jueves, 15 de marzo de 2007

Lo que digas, que sea para siempre I. 13ª Parte

... Había sido una noche única. Suaga recordaba pocas noches como aquella, en la que le habían hecho feliz a él. Lo que más le impresionaba era que precisamente un treico fuera el ser que le hiciera sentir todo aquello. Se había despertado para dar su paseo, pero había preferido quedarse mirando a Trunck dormir. Su pelo corto oscuro y la larga y fina trenza de pelo blanco que nacía en su nuca, que ahora parecía una culebra inmóvil sobre la almohada. Suavemente la acarició, para que no se despertara. Su piel tostada, el vacío de sus ojos, ahora cerrado, su labios rectos, su importante nariz, su cuerpo sencillo, sin perfecta musculatura ni fornidos brazos, pero en los que se sentía protegido y relajado.

Se levantó sin hacer ruido, como hacía siempre y vio amanecer desde la gran ventana del cuarto de Trunck. Todo un bosque frondoso a los pies del palacio, y una llanura que se intuía al final del mismo, se dejaban bañar por los rayos de Oxes. Las hojas de los árboles tomaban distintas tonalidades dependiendo de la luz del sol, como si cambiaran de color de manera intermitente, bailando a la vez con una leve brisa matinal. De pronto le vino una idea a la cabeza. Aquella sensación que venía experimentando desde que conoció a Trunck, junto con el color de los árboles desde la gran ventana, aderezado con risas, carcajadas y complicidad, era la felicidad.

De pronto, sintió unos brazos que le rodeaban y le apretaban para sí. Le protegían, le acariciaban, le transmitían un torrente de sensaciones y sentimientos. Trunck. Misterioso, serio y divertido, adorable, cariñoso, hermético, ladino, coqueto, seguro de sí mismo... Su Trunck.
Y entonces lo notó. Un pensamiento tomó forma en la cabeza del treico, y el triga lo percibió. Le dio miedo, casi terror, si lo hacía debía estar avisado de lo que podía ocurrir. Suaga se dio la vuelta fugazmente y tapó la boca de Trunck dulcemente, mientras le miraba a los ojos.

- No lo digas. Sólo di lo si estás seguro de ello, si sabes que eso que dices será para siempre. Si no estás seguro de ese sentimiento, calla... calla...

Durante unos instantes, los dos se miraron fijamente y Trunck pensó si lo que estaba a punto de decir respondía a un sentimiento claro, en absoluto difuso. No tuvo que pensarlo mucho, pues lo sentía muy claro.
Justo en el instante en que iba a pronunciar las palabras, Suaga le tomó de la mano, arrastrándole con él al vacío. Se dejó caer por la enrome ventana. El aire golpeaba la cara del treico, impidiéndole respirar. Cerró los ojos que le lloraban. Caía, caía, caía... Hasta que la sensación cesó repentinamente, y notó que se movía sobre algo. Era suave, cálido, agradable y rápido. Abrió los ojos. Un enorme Galaiko (similar al halcón, pero de dimensiones gigantescas) de plumas azuladas, con distintas tonalidades, y un largo cuerno en la frente le llevaba volando por Aldebodal. Abrazó el cuerpo del ave, y se sentó tranquilo sobre la espalda de la nueva forma de Suaga. Desde allí pudo ver los campos de Soxes*, de la región de Sollirhama, y percibir el fuerte olor del polen que desprende durante el día. También vio a unos beintagos* correr en manada, tras un kitra veloz y aterrado por la persecución... ¡ Qué maravillosa sensación! El viento acariciándole la cara, suavemente, el sol bañando su oscura piel, y la trenza blanca de su cabeza hondeando mecida por la velocidad. ¡ Qué tranquilidad cuando estaba con Suaga! Nunca un trunck imaginó tanto bien para sí.
Aterrizaron en una colina desde la que se podía contemplar el extenso y enorme bosque de la región de Sedrev, en el que, según cuentan las leyendas, habita la Hechicera Enarte. Suaga recuperó su forma de triga, aunque el cuerno se encontraba crecido. Miró el paisaje. Durante gran parte de su vida había vivido en Sedrev, y le tenía especial cariño a aquella colina, en la que un día pensó que jamás llegaría a conocer a un ser tan maravilloso como él, y sin embargo un treico estaba a punto de decir la frase más peligrosa. De nuevo, Trunck tomó a Suaga entre sus brazos, esta vez de frente y mirándole a los iris lila. De nuevo, Suaga vio venir la frase, y apartando la mirada, para darle un cálido abrazo, dijo:

- Debes tener muy claro lo que estás a punto de decir. Si es cierto, mi ser se unirá al tuyo, para siempre. Pero si un día no eres consecuente con esto que me has dicho, mi alma se entristecerá, se mustiará y mi cuerno caerá.

"¡Así son los triga!", pensó Trunck. Parecía algo difícil de afrontar... pero el treico sabía perfectamente lo que sentía. Si algo le había caracterizado, era el buen conocimiento que tenía de sí mismo, y ahora no iba a ser menos. Sí, no le importaba decirlo, e incluso tenía ganas de poder gritarlo.

Sin darle tiempo, Suaga se apartó de Trunck y tras resplandecer, se convirtió un mashteró (podría definirse como una mezcla entre caballo y gacela, sólo que los cuernos son largos y lisos hacia atrás). Se le acercó y con el hocico le acarició el brazo y le indicó que subiera.
Corrieron por los bosques de Sedrev, toparon con una tribu de zushaytu (especie propia de los bosques de Sedrev. Hay quien dice que son los antecesores de los botany, pero es una teoría aún por demostrar), corrieron esquivando árboles, y se maravillaron ante la verdosa flora del lugar.

Cuando por fin salieron del pequeño bosque, fueron a parar a un escondido lago. Éste estaba repleto de zaipdos, el animal preferido de Suaga. No era casualidad que precisamente fueran a dar con aquel lugar, lleno de zaipdos, a los que el mashteró-Suaga se acercaba y observaba. Sintió la necesidad de tocarlos y tras un pequeño resplandor volvió a su forma real, eso sí con el cuerno visible y no camuflado.
Trunck le abrazó por atrás, esta vez había cerrado su mente para que no supiera que se acercaba, ni qué pensaba decirle. Así que antes de que el triga le volviera a hacer pensar sobre si era buena idea decir lo que iba a decir o no, Trunck lo dijo, asiéndole fuertemente en su abrazo:

- Te quiero, Suaga.

Dicho esto, el triga se dio la vuelta, le miró fijamente al caos de sus ojos, durante unos instantes y devolviéndole el abrazo, y entre lágrimas involuntarias, dijo:

- Ya lo has dicho. Ahora es para siempre. Si algún día este sentimiento despareciese, yo también desaparecería. es decir que mi ánimo empeoraría y podría llegar a morir - dicho esto, se separó un poco del treico, y con una dulcísima caricia y la más tierna de las miradas dijo: Yo también te quiero, Trunck...
_____________
*Soxes: también llamada "Hija de Oxes". Es una planta que sólo podemos encontrar en la región de Sollirahma. De color amarillento, su floración y polinización dependen en gran parte de la posición astral del Astro Rey para Aldebodal. El polen de Soxes posee grandes cualidades curativas y vigorizantes.
*Beintagos: no existe esta palabra en singular, ya que nunca se ha visto uno sólo. Son una especie de tigres, solo que de tamaño minúsculo. siempre van en manada y son omnívoros.