miércoles, 28 de febrero de 2007

¿Qué función tiene un treico? 10ª Parte

... De vez en cuando, el treico y el triga, bajaban a las aldeas y poblaciones de alrededor y jugaban con sus habitantes. Suaga se transformaba en seres mitológicos o fantásticos y hacían que un campesino lo viera, para que corriese tras él, pensando en la fortuna que ganaría si vendiera su cabeza, para luego esperarle al doblar una esquina y asustarle con la apariencia de un monstruo fabuloso. A Trunck le encantaba observar sus caras y las imágenes que se formaban en sus cabezas al asustarse, ver gracias a la telepatía cómo percibían sus víctimas la realidad.

Otras veces, se acercaban a los grandes templos de música, en los que los botany y demás especies sensibles a la música, se reunen para bailar y divertirse. En estas ocasiones, Trunck se acicalaba como solía hacer las noches de "caza", pero ahora tan sólo era un mero ritual. Suaga se plantaba frente a él e iba adquiriendo distintas formas de vida inteligente, a ver con cual decidía salir aquella noche. Incluso podía elegir por separado cada rasgo y característica del, o la, que sería su acompañante. Aquello le excitaba en extremo al treico, saber que cada noche podía elegir un ser distinto, y estar creado por él mismo. Sin embargo, al volver al palacete, a su hogar, mucho más le excitaba saber que aquellos rasgos se iban desvaneciendo uno a uno hasta aparecer Suaga ante él, con sus preciosos ojos lila, y su perfecto cuerno apuntando al cielo. Toda esa perfección, toda esa bondad, toda esa felicidad, toda esa risa, eran para él en aquellos instantes.


¡Qué extraño era Suaga bailando! No era como Trunck, cuyos movimientos parecían estar estudiados al milímetro para seducir, para provocar. Sus aires de dignidad, de ser inalcanzable, hacían que todos se fijasen en él. Sin embargo, con Suaga no era así. Cuando se acercaba a él con intenciones arrebatadoras, éste parecía no verle. Pero por el contrario, si se unía a él bailando de cualquier forma, sin intención alguna, simplemente pasándoselo bien, relajado, sin ningún tipo de pose, entonces era el único punto de mira del triga. Es más, de este modo, Suaga no paraba de reír, y gracias a esto, le abrazaba y le acariciaba sin parar, lo que hacía que la excitación del treico fuera en aumento.

Así pues, varias cosas excitaban al treico del triga: su capacidad de adoptar diversas formas, pero la certeza de saber que su forma original, su cuerno, su verdadera esencia, sólo la podía disfrutar él; la risa que compartían, pues hacía que Suaga desprendiera felicidad que le contagiaba a Trunck en cada momento; y por último, el sexo con el triga había sido hasta ahora increíble, ya que sabía perfectamente lo que debía hacer a cada instante para que el treico temblase y vibrase.

Solían hablar muchas veces en la cama, los dos desnudos mirándose fijamente: uno miraba el iris lila de Suaga, y el otro se perdía en el caos oscuro e infinito de Trunck.

- Yo tengo mi cuerno y el poder de hacer feliz a quien esté a mi lado, pero ¿tú qué sabes hacer? ¿Por qué existen los treicos en Aldebodal? Está claro que por mis dones La Suma Creadora me hizo para mantener la esperanza de la gente y que sus vidas solitarias y comunes se vuelvan especiales, pero ¿qué hace un treico?

Trunck se quedó pensativo... No sabía qué función le había asignado la Madre Aldebodal... Ni a él ni a ningún ser de su especie. Todo lo que sabía hacer estaba vinculado a su propio beneficio y placer. ¿Quizá como ejemplo de lo que no se debía hacer? Quizá como fuente de inspiración, o incluso también para hacer que las vidas de aquellos seres de los que se aprovechaba, dejasen de ser existencias absurdas, para pasar a ser vidas destrozadas, con irremediables secuelas emocionales, por el paso de un treico. Esto último le hizo gracia, pero sabía que no se encontraba en aquel pequeño planeta por ello.

- Nada, no se hacer nada para el bien común... y quizá tampoco para el bien individual... Sólo estoy aquí para darme placer a mí mismo, y dar rienda suelta a mis fantasías y deseos...

- ¡Qué mentiroso eres! - dijo Suaga en una explosión de carcajadas - Tú, Trunck, estás aquí para hacerme reír sin parar. Tienes el poder de hacerme sonreír a cada instante, y que con mi risa todo mi ser se recupere y coja fuerzas para seguir repartiendo felicidad. Estás aquí para salvarme la vida, y que yo esté para siempre en deuda contigo. Estás aquí... para complementarme!

Y fue entonces cuando Trunck se dio cuenta de que algo estaba cambiando en su vida, y de que algo estaba cambiando en él... porque la idea de estar en este planeta para cumplir dicha función... ¡le encantaba!

miércoles, 21 de febrero de 2007

Taicomos, el keslar 9ª Parte

... De pronto se abrió la puerta de la enorme cocina, y un fardo gigante de sábanas y toallas entraron por ella. A Suaga le dio la risa pues parecía que estuvieran encantados y se bajasen solos a lavar. Trunck le miró sorprendido, para él era algo tan cotidiano que no le extrañaba, pero le hizo gracia ver reír al triga. De hecho, de un tiempo para acá, escuchar o ver reír a Suaga era lo que más le gustaba oír, lo que más le llenaba.
Al sonido de las carcajadas, el montón de ropa se frenó, y extrañamente dijo:

- Hace tiempo que no oigo reír así a nadie en este palacio, y el señorito nunca fue de reír a carcajadas. No es cautivador ni excitante.

- Eso no es cierto - dijo rápidamente Suaga -. No hay nada en el mundo que me pueda seducir o excitar más que reírme a pulmón partido.

- ¿Veis? Lo que yo decía. No es el señorito el que ríe de esa manera - y dicho esto siguió su camino hasta la lavandería.

Suaga miró a Trunck, y éste con media sonrisa le hizo un gesto, dándole a entender que, en breve, lo hilaría todo. Y así fue. Al cabo de unos minutos, de la lavandería salió un diminuto ser de color blanco como el agua que mana de la montaña de la Emperatriz, orejas extremadamente largas y puntiagudas, con varios pendientes en ellas. Varias coletas, se alineaban formando una cresta de pelo lila. Tres grandes ojos amarillos miraban hacia el triga, y una enorme nariz alargada, parecía marcarles la dirección en la que mirar. Como no podía ser menos, la boca también era enorme, y sus dientes perfectos relucían en una agradable sonrisa complaciente. La piel blanca del ser era tersa y suave y brillaba de puro lustre. Sus brazos no eran muy largo, y sus manos tampoco muy grandes, en comparación con sus enormes y alargados pies, recubiertos por unas anaranjadas zapatillas que terminaban en una punta que miraba hacia arriba.

- Taicomos te presento a Suaga. Es el inquilino que ha estado durmiendo en la habitación del ala oeste, al que hemos estado cuidando para que se recuperase...

- Bueno, señorito, faltaría a la verdad si me atribuyera algún mérito, ya que los cuidados se los ha procurado usted. A mí sólo me dejaba lavar la ropa sucia - contestó pícaramente, con una sonrisa burlona, Taicomos-. En cualquier caso, encantado de conocerle Suaga, yo soy el ayudante para el orden del hogar, del Señorito. Si necesita cualquier cosa que esté a mi alcance, sólo tiene que pedírmelo.

Y dicho esto, pasó cerca del treico, le miró, le guiñó el ojo rápidamente y sin pararse, y salió por una puerta que daba a los jardines.

- ¿Tienes un sirviente?

- Él lo decidió así - contestó Trunck-. Lo conocí una noche jugando a los dados en una posada cercana. Hablamos de nuestras vidas, bebimos amistosamente, y al terminar la noche me dijo que se ponía a mi servicio, que le daba igual lo que yo quisiera o pensara hacer al respecto, él se venía al palacio y cuidaría de mí. Es lo que tienen los keslar - la cara de Suaga se quedó paralizada al oír este nombre - se les mete algo entre ceja y ceja... ¿Qué te ocurre? - le preguntó al percatarse de su cara.

- ¿Taicomos es un keslar? - Trunck asintió con la cabeza - ¿Un sirviente de la Emperatriz?

- De hecho, según cuenta Taicomos, es uno de los cuatro keslar que ayudaron a la emperatriz Endora I a desterrar a los Sizan al continente Aco*.

Suaga, aún desnudo, se acercó cálidamente a Trunck, de nuevo el cuerno brillaba, y le abrazó, como si estuviera orgulloso de conocerle.

- No sabía que el ser que me salvó de la muerte, era un ser tan importante... - el tono de su voz era jocoso y juguetón. Y de nuevo, en el suelo de la gran cocina del palacio del treico, las emociones y los sentidos se adueñaron del tiempo y el espacio...

viernes, 16 de febrero de 2007

La historia de Suaga. 8ª Parte

- ¿Jugamos? - preguntó Trunck al triga, mientras preparaba algo de comer en una enorme cocina de leña.

- Vale, ¿a qué?

- Yo te pregunto algo y tú me contestas lo primero que pienses, y cuando te canses cambiamos.

Suaga asintió con la cabeza. Trunck se giró para comenzar a jugar, y ahí estaba ese ser extraño. Y no porque fuera feo o diferente o cualquier aspecto negativo que se pueda dar a la palabra extraño, sino ese ser que descolocaba su vida y que no sabía cómo conseguía hacerlo. La luz entraba por uno de los grandes ventanales de la enorme cocina del palacio iluminándole el rostro y su precioso cuerno, ahora mucho más corto que la noche anterior, pero brillante como una joya.

- ¿Un color? - El rosa.

- ¿Un olor? - La hierba mojada.

- ¿Obsel u Onokim? - Obsel.

- ¿Un animal? - Los treicos - y sonrió pícaramente. Trunck también sonrió y levantó una ceja, con aquella actitud jocosa, el triga llegaría donde quisiera.

- ¿Dónde naciste? -Suaga le miró sobresaltado. Aquello no era una pregunta para no pensar y responder rápidamente, era una pregunta seria y formal. No obstante, le apetecía contarlo.

- Los triga, cuando deseamos ser padres, generamos una semilla que debemos plantar en algún sitio importante. Esto no quiere decir que lo hagamos en el palacio de la Emperatriz de los Botany, ni en el nacimiento del río Od-Ärom, sino en algún lugar que para el triga que desea ser padre, signifique algo trascendente - miró a Trunck y comprendió que quizá no se hubiera explicado muy bien -. Por ejemplo, mi progenitora llegó un atardecer a un precioso cañón en el borde de un frondoso bosque, con el cauce de Edrev
a sus pies, y desde el cual se podía ver toda la llanura de la región de Sedrev, dejándose acariciar por los últimos rayos de Okses. Fue tan hermoso lo que vio que en ese mismo instante deseó ser madre, y decidió que todos sus hijos debían nacer allí, para que lo primero que vieran fuese aquella maravillosa tierra. Así que allí mismo, plantó cuatro de sus semillas, una cada año, de las cuales crecieron cuatro enormes plantas, una cada año, de cuatro colores distintos. La primera semilla que germinó, produjo una planta color violeta. En la estación de la Eclosión, brotó una enorme flor, también violeta, y de ella nació Sureiko, mi hermano mayor.
Al año siguiente, junto a la primera planta, enterró una segunda semilla, ayudada por el pequeño Sureiko. La semilla germinó y de ella creció una planta azul claro. De nuevo en la Eclosión, floreció y de ella nació Sutawen, mi hermana mayor. La tercera semilla germinó, pero no llegó a crecer, pues fue un año de sequía en Sedrev y a penas llovió.
Y de la cuarta semilla, germinó una planta rosa, y de ella salió una flor y de esa flor nací yo, Suaga, el pequeño de tres hermanos -estiró los brazos y sonrió mucho, dando a entender que había terminado su relato-.

- ¿Y vivíais juntos o cuando nacisteis os tuvisteis que buscar la vida solos? - preguntó el treico.

- Durante los cuatro primeros años vivimos con nuestros progenitores, y si tenemos hermanos también con ellos. A los cuatro años nos independizamos por temporadas, a modo de prueba de madurez, y alrededor de los seis años lo hacemos totalmente. Por norma general, no volvemos a ver a ningún miembro de la familia una vez que nos independizamos de ella, sin embargo, nuestros progenitores nos vigilan de cerca, saben cómo estamos y nos ayudan en caso de que nos suceda algo grave- volvió a sonreír, de nuevo había terminado.

- ¿Dónde soléis vivir los triga?

- Somos nómadas, no tenemos una residencia fija, ya que somos una especie perseguida por aquellos que ansían ser felices. Muchos de mis congéneres han acabado encerrados en jaulas obligados a conceder felicidad y a trabajar como espía, gracias a nuestra facilidad para adoptar distintas figuras corporales - una lágrima cayó por la mejilla de Suaga, dando así la señal de salida a muchas más -. Sin embargo, los triga no podemos estar encerrados, fuimos creados para amar y ayudar, y no para ser de uso privado, a menos que así lo decidamos nosotros... Como nos suele pasar cuando nos salvan la vida... - secándose las furtivas lágrimas, sonrió y miró a Trunck, con los ojos tristes, quien le miraba algo asustado ya que no podía soportar ver llorar. No porque le horrorizara, sino porque no comprendía el motivo del llanto, ¿por qué los seres de Aldebodal lloraban?-. Lo siento - se disculpó Suaga, limpiándose la cara-, cuando hablo del sufrimiento de los míos, me da por llorar - y tristemente sonrió-.

- ¿Qué te ocurrió en el bosque?

- Uno de esos seres que ansían la felicidad, me venía siguiendo la pista desde hacía tiempo, y aquel día decidió darme caza, mientras volaba en forma de zaido. Caí en picado, y al ir a recogerme, pensó que me había matado y me dejó allí tirado. Lo que no sabía era que, cuando un triga muere, la Gran Madre Aldebodal tiembla, avisando a todos los seres vivos que estén cerca de que un ser de bondad pura ha muerto, para que acudan a él y tomen una parte de esa bondad.

- No he entendido esto último - dijo Trunck.

- Cuando yo muera, la tierra retumbará, y los animales y plantas que haya cerca vendrá a mí a tomar parte de mi bondad... Parte de mi... De mi cuerpo.

- ¿Quieres decir que te "descuartizarán"? - preguntó asombrado el treico.

- Es una forma muy fea de decirlo, pero la felicidad debe ser compartida y la bondad no puede ser corrompida por la muerte...

miércoles, 14 de febrero de 2007

¿Qué significa esto? 7ª Parte

... Suaga estaba en un lago, no muy grande. Más que un lago era un estanque, rodeado de altos árboles. En el agua se podían ver zaipdos, una especie animal, mezcla entre cisne y pavo real, con diversos colores. Okses, el sol, brillaba en lo alto y formas divertidas se movían en el cielo, gracias a las nubes de algodón. Todo era paz, sosiego, el aire fresco en la cara, el olor de las plantas cercanas... A lo lejos vio venir nadando del estanque una figura, que fue creciendo según se iba acercando. No sabía quién o qué era, pero sabía que le gustaba, notaba que esa figura traía consigo su felicidad... pero notaba que también con ella llegaba la pena, la mayor de las tristezas.

Al llegar a la orilla se fue incorporando. Era un ser hermoso, no bello, sino atractivo. No era su cuerpo perfecto, ni el tipo en el que se solía fijar, pero curiosamente le gustaba. Su cabello era corto y oscuro, con una larga y fina trenza blanca que le nacía sobre la nuca, y una pluma azul al final de la misma, a modo de adorno. Este detalle, junto con el pardo color de su piel, y el negro azabache de sus ojos (negros en su totalidad, ya que si mirabas en ellos parecía que estuvieses mirando al vacío), le delataban. Era un treico.
Se acercó suavemente, le acarició la mejilla y le besó. Suaga sintió que se fusionaba con él en ese beso, y quiso que no terminase nunca. Al separarse, el treico le apartó, y en la lengua de la Familia del Inicio* le hizo un signo. El triga no lo entendió bien, pero de pronto todo se empezó a oscurecer. El aire empezó a soplar fuerte, las copas de los árboles se agitaban y un torrente de nubes empezó a compactarse sobre su cabeza. El treico se fue alejando y Suaga quiso aferrarse a él, pues sabía que si conseguía abrazarle estaría seguro. Pero le fue imposible. El treico no se movía,y aun así se alejaba de su alcance. De pronto notó que sus pies entraban en contacto con el agua del estanque, y que chocaban con algo. La sangre se le heló al mirar hacia abajo y descubrir que a la orilla estaban llegando los cuerpos sin vida de los preciosos zaipdos que antes alegraban la vista con su figura, y el oído con su canto. Y mayor fue su temor, al conseguir ver el agua y detectar que era roja, como la sangre de los eres vivos de Aldebodal.
Intentó salir del agua, pero los pies se le pegaban al suelo, como si estuviera pisando un lodazal. Cuanto más intentaba huir, más se hundía, y más se pegaba al suelo. La angustia se apoderaba de él y el aire parecía faltarle. Al fondo el treico le miraba y no paraba de llorar. Parecía tenderle los brazos, pero no conseguían llegar a tocarse. El aire le faltaba cada vez más. No podía respirar. El lodo se le tragaba, el agua le cubría, le faltaba el aire, no podía respirar...

- ¡¡¡NNOOO!!! - gritó Suaga al despertar. Trunck pegó un respingo, y se despertó con el grito.

- ¿Qué ocurre? - le preguntó-. ¿Estás bien?

Suaga le miró fijamente. Era igual. El treico de su sueño era igual a Trunck. Lo más extraño de todo era que, aquel sueño había perturbado a Suaga durante toda su vida, ya que solía soñar con él en ocasiones, quizá con alguna variación, pero en base, prácticamente idéntico, y a Trunck, le conocía desde hacía un mes (Obsial).
Trunck le protegió entre sus brazos para consolarle, y, abrazados, se recostaron juntos sobre la cama. Suaga sintió que aquel era el lugar en que quería estar, donde más seguro se encontraba, donde más cómodo. Pudiera ser que acabase de encontrar su lugar en el mundo de Aldebodal.

*La vida de los botany está gobernada por la Emperatriz de Aldebodal, puesto al que pueden llegar aquellos que mediante pruebas y exámenes acceden a la familia de la Emperatriz, quien mantiene en orden las
relaciones con los demás habitantes y seres del planeta. Años Oxiales atrás, los miembros de algunas familias formaron un grupo reticente a este sistema , los sizan, y destruyeron el linaje de la Emperatriz al completo...o eso pensaban, ya que una joven, llamada Endora, se salvó, consiguió hacerse con algunos de los saberes de su familia y escapó con la ayuda de cuatro duendes, hasta entonces nunca vistos en Aldebodal, llamados duendes keslar. Ellos la entrenaron, la ayudaron a formar una revuelta para derrocar el sistema de terror y violencia que los Sizan habían implantado, y juntos los desterraron al continente del volcán, el continente Aco. Desde entoncces, los keslar sirven a la emperatriz que gobierne, en su palacio del Monte Daymantos, donde se encuentra el Manantial de Sirhi Okr, nacimiento de los seis ríos de Aldebodal.

lunes, 12 de febrero de 2007

Promesa cumplida. 6ª Parte

... Se acercó lentamente, sin prisa, sabía que aquel era el momento y quería disfrutar de cada instante. La luz que entraba por la ventana del fondo del pasillo e iluminaba el color granate de las paredes, la larga alfombra con motivos de plantas en el suelo, llena de colores, que parecían señalar la habitación y el camino a seguir por el treico, el delicioso perfume que le envolvía y le hacía tener más y más ganas de entrar en la estancia...
Entró y cerró las puertas. La habitación estaba a oscuras, negra, como si el caos se hubiese adueñado del lugar. Ni siquiera se atrevía a entrar la luz por la rendija de la puerta. Trunck no veía a Suaga, pero le percibía, podía sentirle cerca, escuchaba su respiración, notaba su presencia que se movía lentamente por la habitación reconociéndole, mirándole...

- "¡Hola! - de nuevo lo escuchó en su cabeza, esta vez muy suave, muy dulce, envolvente -. Gracias por todo lo que has hecho por mí, me has salvado la vida y me has hecho sentir muy bien en tu compañía, ahora es justo que yo satisfaga tus deseos y cumpla mi palabra - Una enorme sonrisa fue aflorando lentamente en la cara del treico -. Dime, ¿que te gustaría que hiciera por ti?"

- ¿Acaso tengo que decírtelo? - Dijo Trunck en voz alta. No quería emplear la telepatía, era lo que siempre hacía con el resto de los seres que "usaba", y Suaga era especial. No era necesario que le embaucase con lindezas, esta batalla ya estaba ganada, sólo tenía que ejecutarse la resolución.

- "Como buen treico que eres, estás deseando poseerme, ¿verdad? - la sonrisa de Trunck creció aún más -. Sabes que puedo adoptar la forma que prefieras. Puedo ser una Sunev, delicada y sumisa, de las lagunas de Säjanran, que con sólo un beso suyo pueden hacerte delirar - Trunck sintió una caricia en la nuca, una caricia fría en el inicio y dulce y cálida al final -. Puedes tener a un Krigna, fornido y severo, de las cuevas de Sodárom, que a través del sufrimiento consiguen llegar a una nueva forma de placer - un pequeño mordisco en la oreja le hizo dejar escapar un gemido de puro placer -. O quizá prefieras una ardorosa o ardoroso guerrero Glank de las montañas de Sójor, quienes dejan extenuados a sus amantes, pues no son capaces de satisfacer su insaciable lívido - un beso llegó a sus labios sonrientes, y en la despedida un pequeño mordisco se alojó en sus comisuras -. Dime Trunck... ¿Qué deseas?"

- Sólo a ti. Algo de eso que me ofreces ya lo he poseído, incluso muchas otras experiencias más, pero nunca he tenido un triga entre mis brazos, nunca un ser puro y bondadoso al extremo, nunca he tocado el cuerno que otorga la felicidad. Eso quiero, y nada más.

Un tímido destello comenzó a brillar, y poco a poco se convirtió en un deslumbrante torrente de luz, que cegó al treico, y le hizo caer de espaldas. Cuando consiguió abrir los ojos, sentado sobre él, desnudo, vio a Suaga, pero esta vez no era un adolescente indefenso, sino un joven poderoso, con una mirada desafiante y una sonrisa cargada de experiencia, y su cuerno era largo y brillante, desafiante incluso, erigiéndose hacia lo alto, que iluminaba con su resplandor toda la estancia.
Trunck se incorporó sujetando a Suaga entre sus brazos, mirándole fijamente a los ojos color lila. Era una extraña sensación. No dominaba la situación. Él que siempre se había contenido, y sabía a la perfección lo que pasaría después, ahora se estaba dejando llevar por el ansia y el deseo, como si aquella fuera la primera vez que hacía aquello. Y lo mejor de todo: se sentía muy bien, se sentía agusto, se sentía en casa. Lentamente, sin apartar sus ojos de los de Suaga, le besó. Y aquel beso le supo dulce y salado, y a pesar de toda su experiencia, creyó estar besando por primera vez. Pensó que era eterno, pero al ir separándose de los labios del triga, su alma se apenaba pues le pareció efímero.
Abrió los ojos, y allí estaba Suaga, con su perfecta y reconfortante sonrisa, con sus ojos cargados de ternura, que le miraban y parecían desnudar su alma. El joven le acarició la cara, de nuevo algo nuevo para él, pues todos los seres a los que había poseído se dejaban rendidos a su voluntad, y ahora, era él quien no podía responder de sus actos. De nuevo llegó un beso, que le reconfortó el ánimo, y mientras ocurría, Suaga tomó las manos de Trunck, muy suavemente, y, despacio, muy despacio, las colocó sobre su radiante cuerno...
y armonizaban; los olores más penetrantes invadían su olfato; todo su cuerpo era un receptor de cosquillas, caricias y besos, y sus más bellos recuerdos volvían a su memoria para ser evocados; la Un torrente de sensaciones inundaron al treico, los más dulces sabores se mezclaban con los amargos y los agrios; las más bellas imágenes se agolpaban en su mente; los sonidos más perfectos se unían polifónicamenterepiración parecía faltarle, la boca se le secó... Y sin poder contenerlo el placer estalló en él, y supo que había experimentado físicamente la felicidad.

Cayó exhausto de espaldas al suelo. De sus labios un profundo gemido se escapó, y de sus ojos una feliz lágrima. Sus párpados se iban cerrando cansados, y lo último que vio antes de abandonarse al sueño, fue la dulce figura de Suaga, que cariñosamente le acariciaba, mientras apoya la cabeza en su pecho.

Un largo día. 5ª Parte

... Ya había pasado todo un mes Obsial*, y aquella mañana Trunk se despertó con una gran sonrisa. Tenía la sensación de que por fin se verían cumplidas sus expectativas y hallaría recompensa a todo lo que había hecho hasta el momento.
Sin dejar de sonreír, se acercó a la puerta de la habitación de Suaga. Normalmente, el triga le sentía llegar cada mañana, y mentalmente le saludaba y le hacía saber qué capricho deseaba para desayunar, comer o cenar. Mas aquella mañana, no hubo saludo ni petición. Nada. "Estará durmiendo" - pensó el treico, y sin darle mayor importancia bajó a desayunar.

La mañana transcurrió lenta y tediosa. Durante un mes, se había acostumbrado a salir y no parar en casa durante las mañanas, o a estar ocupado cocinando las recetas imposibles que Suaga le encargaba, o, simplemente, a pasarla charlando con su nuevo acompañante, de banalidades que le hacían soltar grandes carcajadas. Podría haberse puesto a leer, darse un baño relajante en aguas traídas del río Edrev, o planear su siguiente salida de "caza" en busca de algún o alguna botany con el que pasar el rato. Sin embargo, le fue imposible. No podía quitarse a su especial compañero de la cabeza. ¿Por qué no decía nada? ¿Se habría escapado? ¿Habría sido todo una manera de reírse del treico, para luego escapar? No podía ser, Suaga prometió dejarle tocar su cuerno al mejorar, por eso había cuidado de él durante este tiempo. Sí, es verdad que cada día se acostaba sonriendo, de lo mucho que disfrutaba de cada reto, pero lo que principalmente perseguía era ser uno de los pocos que hubieran tocado alguna vez un cuerno de triga.

Así pasó el día, dándole vueltas a la cabeza, debatiendo consigo mismo si entrar o no en los aposentos de Suaga. Si entraba y no estaba, recorrería todo Aldebodal en busca del joven mentiroso y, lleno de ira, le arrancaría su precioso y mitológico cuernecillo. Pero si entraba y descubría que, simplemente, Sauga había decidido pasar un día de ayuno y silencio, podría perder su confianza, y que se retractara en su promesa. ¡ Y con razón!
Pero de pronto, mientras paseaba al atardecer, por los hermosos balcones de los jardines de su pequeño palacio en lo alto del monte, un pensamiento le asaltó e hizo que todo su ser se encogiera: ¿Estará bien? ¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si ha enfermado o lo que ayer cociné para él le ha sentado mal, y no ha podido pedir ayuda?
Salió corriendo hacia la habitación de Suaga. Todo le daba igual. Corría con una sola preocupación en la mente y nada más guiaba sus pasos. Mas de pronto, al llegar al pasillo en el que se encontraba la estancia, un maravilloso perfume dulce y fresco le hizo reducir la marcha, y llegar a parar. Era un olor perfecto, que entraba por su recta nariz y se apoderaba de sus pensamientos. Aquel aroma le recordaba a su infancia, le traía recuerdos placenteros que le hacían sentir bien. Toda preocupación desapareció y, de nuevo, una sonrisa vino a alojarse en su boca, creciendo y creciendo al descubrir, que este maravilloso olor procedía de la habitación del triga, cuyas puertas estaban abiertas de par en par, dispuestas a recibirle como el gran anfitrión que era...


*(Hay tres calendarios distintos en Aldebodal, y cada uno se rige por uno de los tres astros principales: Oxes - el sol; Obsel - luna mayor; Onokim - luna menor)

miércoles, 7 de febrero de 2007

Aventuras en el plato. 4ª Parte

... Durante los siguientes días, Suaga no salió de la habitación y Trunk se retorcía de ansia, de curiosidad. Se acercaba a la puerta e intentaba escuchar lo que hacía, si dormía, si se levantaba, si roncaba, si rompía algo, pero nada. Sólo en las comidas, el triga llamaba al treico para, mentalmente, pedirle algo de comer, con la peculiaridad de que, ese algo, era difícil de encontrar, o bien por la hora del día, o bien por el lugar en el que se encontraban, o bien porque Trunk no sabía lo que se le estaba pidiendo, teniendo incluso que investigar en grandes y antiguos tomos sobre la vida en Aldebodal, que guardaba en su biblioteca.

Una mañana muy temprano, Suaga le pidió que le trajera para su pronta recuperación, y con ello la llegada de su felicidad, dos plantas de Söxes Dïca, la planta típica de la región de Sajnaran, que producían fuertes alucinaciones. Con ellas debía preparar una ensalada, con los pétalos de sus flores, y dos infusiones, con su anaranjado polen, ya que estas flores poseían el color del cítrico terrestre.
Sajnaran, era la región vecina de Sojor, por lo que subido sobre un veloz xaihdot (especie de lagarto, tan grande como un caballo y veloz como un puma), no le costó llegar y encontrar la susodicha planta, ya que crece frondosa y abundante en cualquier lugar de la región.
Una vez preparada y condimentada, y cuando estuvieron listas las infusiones, Trunk intentó pasar a la estancia, pero Suaga no le dejaba. La comida debía dejarla en la puerta y él la entornaría para cogerla. Y así ocurrió, sin casi dejar al treico que viera ni la mano con que cogió los platos del "menú".
Eso sí, durante las comidas Suaga llamaba a Trunk y le pedía que hablara con él, que charlasen, pues comer solo, decía, nunca le había gustado. Así que sentado y apoyado en la puerta, habl
aba y bromeaba con el triga. Y precisamente aquel día, no pararon de reír y hacer bromas necias y absurdas, que sin embargo a ellos parecían hacerles mucha gracia, seguramente, a causa de la infusión alucinógena de Söxes Dïca.

Otras veces le pedía txaitos ( similar al pez espada pero más pequeño, que habita en el río Luça, difíciles de pescar, pues poseen una gran inteligencia y agilidad nadadora) de Sluça, la región azulada; o sopa de hongos no venenosos de la región de Sod-Ärom, para lo que debía contratar a un experto identificador de frutos de dicha región, pues todo el mundo sabe que pocos y difíciles de encontrar son los frutos no venenosos en este lugar; o le indicaba cómo hacer un pastel de carne de flop (similar a la vaca pero con un solo cuerno en la frente, enana y de leche muy amarga), con tantos ingredientes y unas instrucciones tan complejas que tenía que repetirlo una y otra vez hasta que conseguía que le saliera bien.

¿Y por qué hacía todo esto? La avaricia, la idea de su recompensa: la felicidad eterna; el deseo de tocar el cuerno del triga, o la curiosidad que sentía por un ser excepcional que percibía como un igual. Aunque según cuentan las ancianas de Sojor, el motivo era una mezcla de todas las razones anteriores, mas una distinta: se lo pasaba en grande superando los obstáculos que Suaga le encargaba para la comida, y cada mañana se levantaba sonriendo, esperando impaciente la nueva petición... (si hay alguna duda sobre los términos empleados en el texto, consultar entradas anteriores)