miércoles, 14 de noviembre de 2007

El Regalo de Aldebodal 1ª Parte

(Prólogo de: Endora, el retorno de la Emperatriz)

-Abuela, cuéntame otra de esas historias sobre la Familia de la Emperatriz.

- Schh!! Calla, hijo - dijo la abuela de blancos cabellos susurrando - no está permitido hablar tan a la ligera de esas cosas. Los Masters Sizan no nos permiten recordar nada sobre la familia imperial. Si quieres hablar sobre ello, primero debes asegurarte de que nadie salvo personas de confianza están a tu alrededor.

-¡¡Pero si ahora estamos tu y yo solos!!

-Tienes razón, hijo. Pero me da tanto miedo que puedas hablar de estas cosas en otras situaciones y que nos puedan hacer daño... - dijo la anciana botany, con pena y dolor en la mirada.

-Entonces, ¿ me cuentas algo sobre la Familia?

La anciana sonrió con dulzura a la salud de la curiosidad de su nieto, se sentó junto a la pequeña cama de madera verde y acarició a su pequeño.

- ¿Qué historia quieres oír?

- ¡¡Cuéntame otra vez como la Madre Aldebodal le concedía a la Emperatriz su fuerza y poder!!

Respiró hondo, tragó saliba, se sentó junto a la cama de su nieto y con una amplia sonrisa comenzó a contar:

Como ya sabes, los botany nos organizamos por familias, pero no familias de sangre, sino familias de actividad. Yo, nacida en una pequeña aldea de Sedrev, elegí educarme en la Familia del Dolor, para comprender sus mecanismos, sus causas, su procedencia y así descubrir remedios, que hagan la vida de los botany más larga, agradable y tranquila. Había un linaje que se encargaba de organizar al resto de las Familias, para que entre todas hubiese equilibrio, y a la vez se se responsabilizaba de las relaciones de los botany con los demás seres de Aldebodal. Era una familia serena, justa, acogedora, preocupada por el bien común, sacrificada por nosotros y cercana. I
gualemente, los aspirantes a formar parte de esta Familia debían estudiar y entrenarse mucho para poder llegar a ser grandes dirigentes botany. Realizaban arduos trabajos físicos en beneficio de la comunidad, se enfrentaban a bestias despiadadas para defendernos y aprendían los secretos de la magia de nuestro planeta, así como se acercaban a las demás Familias e intentaban comprender y participar de sus intereses y necesidades.

La Madre Aldebodal, se sintió tan orgullosa de esta Familia y su labor, que decidió ayudarla concediéndola parte de su esencia. Como ya había concedido energía a los Seis Seres Fabulosos de Aldebodal, pensó que sería bonito y enriquecedor para todos, que los Seis compartiesen el regalo que la Madre les hizo en su día. Así se lo comunicó a los Seis y a la Familia de la Emperatriz. Y por primera y última vez, hasta la fecha, los Seis y la Emperatriz se reunieron en lo alto de la más alta torre del Palacio Imperial del Monte Daymantos, para compartir el poder, la esencia, la energía primera que originó y a la vez mantenía, y mantiene, la vida en Aldebodal.

Enarte, la Hechicera Infantil, conocedora de grandes secretos. El Eterno Ciego Enamorado, Dogei, sosteniendo a su amada, Ardif, encerrada en un cubo mágico para poder sobrevivir por toda la eternidad. La Bestia Despiadada de las Mortales Aguas del río Od-Ärom, Eóstemos. La Triste e Irresistible Figura que ronda sola los acantilados de Sojor, Ororo. El Hada Miedosa que se encerró a vivir en un profundo pozo, Atalea. Y el Eterno Espíritu de las Bestias de las selvas de Sajnaran, Kraem.

Los seis se reunieron allí, alrededor de la bondadosa representante de la Familia de la Emperatriz, mas encontraron un problema, que antes no se habían planteado. Aldebodal les concedió la esencia, pero nunca les indicó cómo compartirla, así que... ¿cómo se la podrán enviar a la joven soberana?...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

3ª Emperatrices de Aldebodal: Emperatriz del Pueblo, Ertic

La pequeña Ertic nació en un lindo y pequeño pueblo de la reigión de Sajnaran. Sus padres eran dueños de una gran casa y de muchos de los terrenos de siembra de dicho lugar. Eran ricos de familia, ya que durante muchas generaciones las tierras fructíferas les habían mantenido en la alta sociedad del pequeño pueblo.
A pesar de vivir en esta región, la familia de
Ertic eran un clan simpatizante con los habitantes de las tierras oscuras y muertas de la región de Sod-Ärom, y tenían acuerdos mercantiles con muchas Familias importantes que, en un futuro, en la Gran Guerra, se harían llamar Sizan. Como bien es sabido en todo Aldebodal, estas familias no veían con muy buenos ojos el régimen político matriarcal de los botany, y se oponían al mandato de la Emperatriz, por lo que al descubrir que Ertic era válida para estudiar y crecer en dicha Familia, su clan lo recibió como una de las peores noticias.
Al margen de este hecho, que marcó su mala relación con sus padres y su tajante carácter para con los demás,
Ertic fue una de las más fructíferas emperatrices, ya que su mandato se desarrolló en total calma y paz. Mejoró las condiciones de vida de las Familias de base y de la sociedad botany; impulsó la creación y mejora de caminos y medios de comunicación entre las aldeas, pueblos, villas y grandes ciudades; entabló buenas relaciones con especies ajenas a los botany y mejoró las que ya existían; restauró parte de los jardines del Palacio del Monte Daymantos y los abrió a todo visitante que quisiese pasear por ellos; así como consolidó muchos de los beneficios y ventajas del puesto de Emperatriz, para asegurarse de que su futuras sucesoras se sentirían a gusto y seguras en su puesto de trabajo, y realizarían sus labores como soberanas, de manera correcta y recta.
Estas mejoras que repercutieron favorablemente en la vida de la mayor parte de los
botany, no fueron bien vistas por determinadas Familias (más tarde Sizan), ya que muchas de ellas basaban su economía y forma de vida en soluciones para esas pequeñas incomodidades del pueblo mayoritario de Aldebodal. Así, una mañana, como tantas otras, Ertic se vistió, tapó su cara con una de las máscaras imperiales que solía utilizar, y cuando se dirigía a una reunión con los consejeros de la Familia de la Tierra, uno de los soldados de su guardia la asesinó con su espada.
El joven guardia real, aún no realizaban este trabajo los
Vanteifiros, nunca se recuperó de tal traición, ya que a lo largo de toda su vida aseguraría que, durante el tiempo en que se cometió el magnicidio, no poseía recuerdo alguno, como si una nube se hubiese apoderado de ese momento de su vida, en su memoria. Muchos creyeron que se trató de un encantamiento de los contrarios a Ertic, pero este tipo de hechizos son muy difíciles de justificar.
Tuvo uno de los más bellos funerales, recorriendo toda la ciudad imperial del Monte
Daymantos. Se la enterró bajo una gran estatua que entre todos los botany construyeron para una de sus mejores Emperatrices.
Ertic siempre fue un símbolo, tanto para los botany ajenos a la Familia de la Emperatriz, como para las futuras sucesoras en el Puesto, ya que fue un ejemplo de cómo la Soberana trabaja, con, por y para su Pueblo. Cuando los Sizan tomaron el poder, una de las primeras cosas que hicieron fue derribar esta estatua, pues era un icono de la perfección y bondad del gobierno de la Emperatriz.

lunes, 27 de agosto de 2007

2ª Emperatrices de Aldebodal: La Niña Emperatriz, Gaëlenut


Gwen, originally uploaded by aldebodal.

Nacida en el seno de unos padres amorosos, en un poblado a la orilla del río Edrev, Gaëlenut fue una pequeña superdotada. Así lo auguró Enarte, cuando sus padres consiguieron acercarla hasta la Hechicera Infantil, quien predijo que sería una de las Emperatrices más recordadas, por su potencial innato y el uso que le iba a saber dar desde muy pequeña.
En las Escuelas Familiares destacó ascendiendo cursos en la Rama de la
Empertariz, mucho más rápido que el resto de sus coetáneos, de tal forma que con tan solo 14 años Oxiales ya había terminado sus estudios para candidata a Soberana de Aldebodal.

Por aquel entonces, los botany mantenían un conflicto bélico contra los Vanteifiros, otra de las especies inteligentes de Aldebodal, cuyo rasgo característico es que sus cabezas poseen la morfología de distintos animales aldeboditas.
Los
Vanteifiros creían que no era justo que los botany ocuparan tanto terreno en Aldebodal y mucho menos el Monte Daymantos, desde donde se cree que la Madre Aldebodal ascendió, tras crear el bello planeta y sus habitantes.
La pequeña
Gaëlenut, recién terminada su formación, fue enviada al campo de batalla junto a la Soberana del momento, la Emperatriz Tikmera, por petición expresa de la misma. Ambas luchaban unidas como si de una sola persona se tratase. Botanys que las vieron luchar cuentan que era como si un mismo cerebro las manejara. No obstante, cuenta la historia oculta, que no podían estar en la misma habitación juntas, ya que poseían gran temperamento y orgullo, y aunque luchaban por un bien común, se veían como rivales.
Un mal día, el enemigo consiguió herir de muerte a
Tikmera, y en su último suspiro ordenó que su sucesora fuera Gaëlenut, ya que su arrojo en la batalla había sido su prueba de acceso al Puesto Imperial.
El conflicto se alargó, y debido a esto, no se convocaron concursos públicos para la sucesión imperial, por lo que el mandato de
Gaëlenut, fue uno de los más largos de la historia de los botany.

Finalmente, tras seis años Obsiales de lucha, tras la muerte de Tikmera, los Vanteifiros se rindieron, y admirados por el tesón, la fiereza en el combate y la supremacía de la joven emperatriz, juraron lealtad eterna como pueblo a la Emperatriz de Aldebodal y su familia. A cambio, Gaëlenut cedió un ala del Palacio Imperial del Monte Daymantos a una comitiva de Vanteifiros, que vivirían allí como embajadores de su pueblo. Esta decisión satisfizo tanto a dicho pueblo que los embajadores que allí vivían ejercían de guardia personal de la Emperatriz.

A pesar de ser fiera en la lucha, el carácter de esta Soberana era divertido y desenfadado. Cubría su rostro para proteger su intimidad con grandes sombreros que poseían un pequeño velo distorsionaba su imagen a quien la veía, pero que la permitía observar lo que la rodeaba.
Mas esta recordada Emperatriz poseía un defecto, le faltaba uno de los dedos de la mano derecha, por lo que desde muy pequeña la cubría con guantes, a los que añadía relleno para que no se percibiera su minúsculo defecto.

viernes, 24 de agosto de 2007

1ª Emperatrices de Aldebodal: Emperatriz Yugova

Voy a comenzar a escribir una serie de entradas acerca de las distintas Emperatrices de Aldebodal. Algunas enigmáticas y trascendentes, otras divertidas o dictadoras, y otras que no dejaron un gran legado, sin embargo son parte de la historia de Aldebodal. Para empezar aquí tenéis a la primera, la Emperatriz Yugova.


Yogurinha Borova, originally uploaded by aldebodal.

Nacida en las celestes y cobálticas selvas de la Región de Sluça, Yugova fue la última Emperatriz, antes del Golpe Sizan y la posterior Reforma Endoriana.
Durante su formación como candidata a Excelencia de Aldebodal, cuentan sus docentes que siempre mostró gran admiración por el mundo de las plantas y los animales del planeta, llegando a comunicarse con ellos mentalmente.
Aprendió el arte de la metamorfosis, de forma rápida, y gracias a esta habilidad, ayudó a los botany, ya en su juventud, a resolver pequeños altercados entre ellos y las distintas razas de Aldebodal.
De carácter sereno y muy inteligente, no mostró gran sorpresa al ser nombrada Emperatriz. Su reinado no será recordado como uno de los más innovadores o creativos, pero sí uno de los más apacibles y tranquilos. Muchos creen que no se debe a su mandato, sino a que los sizan preparaban el Gran Golpe, y no querían levantar sospechas entorno a ellos. Sin embargo, Yagova fue una Soberana justa y acogedora que supo transmitir paz y sosiego a todos los botany y demás habitantes del planeta.
Fue inteligente en sus últimos momentos, traspasando sus conocimientos, y todos los de las anteriores Emperatrices, a la joven Endora, a pesar de no ser la elegida para sucederla, como la historia ya nos ha contado.
Murió en el Gran Golpe Sizan, tras la destrucción del Palacio Imperial, en el Monte Daymantos. Los sizan hicieron desaparecer sus restos como símbolo de la total aniquilación de sus Familia.
Al restaurar el Real Orden Matriarcal de las Emperatrices, Endora pidió al pueblo botany que la dejasen construir un monumento en honor a Yugova, por confiar en ella, a pesar de la adversidad. Dicho monumento se encuentra frente a la puerta principal del Gran Palacio.

Foto original: http://www.flickr.com/photos/yogurinhaborova/

martes, 24 de julio de 2007

Sólo podía ser así. 22ª Parte

...Trunck tomó a Suaga entre sus brazos y se lo llevó lejos de aquel palacio, que desde entonces sería recuerdo de pena y sufrimiento para él. El cuerpo del triga pendía entre los brazos del treico, como nunca antes lo había hecho. Aún podía recordar cómo Suaga le abrazaba, cómo le acariciaba con sus preciosas manos, ni muy grandes ni pequeñas, simplemente perfectas, cálidas, sabias, cariñosas...

Todo eran recuerdos, todo era Suaga. El aroma de una flor, le recordaba al día en que juntos hicieron un ramo gigantesco por el simple hecho de hacer algo juntos. El sabor de las frutas le traía a la memoria los primeros días en que Suaga jugó con él y le exigió distintos platos antes de dejarle poseerle. El vuelo de los pájaros le recordaba a Trunck que el animal preferido del triga era el zaipdos... Todo recuerdos...

Decidió no enterrar aún el cuerpo, y le pidió a Taicomos que le ayudase a confeccionar una urna en la que mantener a Suaga. Aún con la desaprobación del keslar, éste lanzó un hechizo sobre el cuerpo inerte, para que su descomposición fuese mucho más lenta de lo normal, algo que sólo sabría hacer un keslar o los conocedores de la magia más ancestral de Aldebodal. Entre los dos, crearon una urna cristalina, como una cama cubierta, tras varios días de trabajo. los bordes eran dorados, igual que las patas. Las sábanas eran suaves y frescas al tacto, blancas como el líquido que mana del Manantial Sirhi Okra. Trunck dejó desnudo al triga y le tapó con las sábanas, como si aún continuase durmiendo y de un momento a otro fuese a despertarse y darle un beso a traición, como tantos amaneceres hizo.

Casi ni comía, sólo permanecía junto a la cristalina cama, día y noche contemplando el cuerpo del ser que mejores momentos le había hecho pasar, del joven con el que había compartido los momentos más dulces que podía recordar, del triga que le había enseñado a reír sinceramente, dejando escapar, y compartiendo con él, su alma. Viendo cómo se consumía en la inactividad, y no pudiendo soportarlo más, Taicomos decidió tomar cartas en el asunto. De un manotazo en la nuca le despertó.

- ¿Crees que es esto lo que Suaga quería para tu vida? ¿De verdad piensas que esto es lo que deseaba para su muerte? - Trunck permaneció inmóvil y atónito ante la actitud de Taicomos -. Si esto es lo que piensas hacer el resto de tu existencia, sería mejor que hubieses permitido al resto de las criaturas que tomasen un pedazo de la felicidad que este triga les hubiese otorgado.

- ¿Y qué debo hacer según tú? ¿Incinerarle y sembrar con sus cenizas el césped del jardín? ¿Llevar su cuerpo al lugar al que nació y enterrarle allí? ¿Descuartizarle yo mismo y repartirlo en los bosques próximos, y así resarcirme de lo que hice? Yo sólo quiero que esté conmigo, que cada mañana le pueda ver, saber que puedo acariciar su mano...

- ¿Y de qué te sirve, si él ya no puede contestarte con otra caricia? -le dijo el keslar, mientras una lágrima le escurría por la mejilla -. De todas formas, es cuestión de tiempo que su cuerpo comience a corromperse. Mi hechizo lo retrasa y hace de ello un proceso mucho más lento, pero poco le faltará para que la putrefacción se haga visible - se secó las lágrimas -. Debes hacer algo, Trunck...

Sintiendo el mayor dolor que un ser vivo pudo alguna vez sentir en todo Aldebodal, llorando con la más profunda de las penas, temblándole el pulso, la voz y el ánimo, El treico enterró el cuerpo de su amado en el jardín de su palacio, para poder, de alguna forma, aún sentirle cerca.

Y así, con las lágrimas de sus ojos, regaba cada día el lugar en que descansaba su alegría...

Pocos días después del doloroso entierro, Trunck observó cómo la zona se llenaba de pequeños brotes, que en poco tiempo germinaron, cubriéndolo todo de un pequeño manto colorido. No cesaba de florecer, cuando una moría, otras dos nacían, haciendo brillar la tumba más y más cada día.
Una mañana, cuando Trunck se acercó a visitar el pequeño jardín, se dio cuenta de que un gran tallo había comenzado a brotar entre el resto. Era grueso, fuerte y se erguía buscando la luz del sol. Cada día que pasaba, se hacía más grande, por lo que el treico decidió regarlo y cuidarlo. Una mañana, la emoción de Trunck fue en aumento al descubrir que un pequeño capullo comenzaba a germinar de la gran planta. Esto animó al treico a seguir cuidando de la misma, que crecía y se hacía cada vez más y más grande. Nunca había visto una flor tan gigantesca. De hecho, aquel capullo era demasiado grande, una flor normal ya hubiese abierto sus pétalos y habría dejado al aire sus estambres y pistilos, mas esta, no lo hacía. A Trunck le rondaba una idea por la cabeza, pero no lo quería creer. Era un pensamiento que le perseguía desde hacía algunos días, pero no quería que se desarrollara, pero... y si esa flor...

Oxes acarició dulcemente la cara de Trunck, como una madre acaricia la mejilla de su hijo el día de su aniversario. Abrió un ojo, y se asustó al ver a Taicomos, llorando frente a su cama, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Nunca nadie lo hizo antes, y tú lo has conseguido.

- ¿Qué dices Taicomos? Es muy pronto y me cuestan los acertijos.

- Tu amor, tus lágrimas, tu resistencia, tus ganas de que volviera, tu paciencia ante la lucha, pero sobre todo, por lo mucho que le quieres...

Una luz se encendió en la cabeza del treico, que dio un respingo en la cama y cogió al keslar de los hombros.

- ¿Qué dices? ¿Explícate?

- Sal al jardín, Trunck, y ríe, porque vais a ser todo lo felices que os merecéis.

Bajó corriendo las escaleras que llevaban de las habitaciones a la planta baja, desde donde se podía acceder al jardín, y según iba bajando, notaba cómo el cuerno que había heredado crecía y palpitaba, como si respondiese a una llamada. Por fin, desde el gran ventanal de acceso, todo quedó claro. Sus ojos se nublaron por las lágrimas, y la felicidad llenó su existencia. Una sonrisa brotó en sus labios y juró mentalmente que jamás ya se borraría. Lentamente se acercó a la gran planta. Ya de cerca lo pudo ver nítidamente. El capullo había comenzado a abrirse y algunos pétalos comenzaban a aflorar. Justo en el centro, la planta destelleaba, brillaba, como un faro en mitad de la noche. Un precioso cuerno blanco asomaba entre los pétalos naranja...

domingo, 22 de julio de 2007

Cosas que pueden pasar en 10 meses.

Puede que en diez meses alguien te pida que dejes de fumar, y sin saber por qué aceptas y no lo vuelves a probar, a pesar de lo mucho que te pueda apetecer.
Puede que una playa, aún con el eco de los turistas en el murmullo de sus olas, te acoja y sea un lugar especial para unir a dos personas, a pesar de la intrusión y las miradas indeseadas.
En diez meses puede que surja el interés por la lengua de signos y el griego clásico.
Puede que en un momento de tremenda tristeza, alguien te haga una visita tan inesperada y sorprendente, que primero quieras matarle y después se lo agradezcas siempre.
En este tiempo, una Virgen puede perderse en una discoteca, sintiéndose sola y olvidada, para encontrar la luz y el rumbo en los ojos del León que la acompañaba.
Quizá en una decena de meses, un astrónomo descubra el panorama celeste más extraordinario que pudo observar un hombre por su telescopio, con las estrellas más brillantes y los planetas más extraños y coloridos.
También puede ser que un cuento se escriba cada mañana y con el tiempo se convierta en un blogg verde, con espirales, fotos, vídeos y más cuentos, que se acaban por teléfono entre dos.
Puede que en ese tiempo, una cama pequeña sea el mejor lugar en el que pasar la noche, y un despacho subterráneo el mejor refugio para quererse.
Puedes descubrir que el pollo al curry es el mejor manjar que jamás hayas probado (sin lugar a dudas es el mejor!!), y que hay para quien la comida es como una religión.
Durante este periodo de tiempo, puedes llegar a dormir diez noches seguidas junto a alguien, y descubrir la noche que duermes solo de nuevo, que sin los ronquidos de quien te acompañaba en el sueño, ya el descanso no es igual.
Puede que encuentres el compañero perfecto para pasar un día de piscina.
En este espacio de tiempo, puede que descubras que una foto enmarcada es el mejor regalo que jamás te habían hecho.
Puedes ir a un concierto y disfrutar como un enano, no sólo porque la cantante de siempre te fascinó, sino porque además, a éste te acompaña él.
Puedes comenzar a interesarte por el cine en versión original subtitulada, aunque una noche descubras que donde más te gusta ver las películas es en la pantalla de un ordenador, de nuevo en esa cama pequeña.
En diez meses puedes comenzar una colección de chapas regaladas.

Puede ser que una noche te descubras escuchando esa emisora que no te gustaba, y que ahora te parece que tampoco está tan mal.

¿Cuán feliz puedes llegar a ser en diez meses?
¡Yo lo se! Y es gracias a ti.
¡¡Felicidades!!

jueves, 31 de mayo de 2007

¡¡No se qué hacer!!


¡¡No se qué hacer!!, originally uploaded by aldebodal.

A aquellas personas que leen mi blog, aunque sólo sea de manera ocasional, me gustaría hacerles una pregunta: ¿Cómo queréis que acabe la historia de Trunck y Suaga? Yo tenía un final pensado desde que empecé a escribir, pero determinadas conversaciones me hacen pensar, si no sería mejor otro final. En el colegio, la metodología que empleamos es de continua escucha al alumn@ intentando proporcionarle lo que le motiva, interesa y gusta, para que aprenda mejor. Pues bien, así quiero que sea mi trocito de Aldebodal: ¿Cómo os gustaría que acabase el relato? Trágicamente, felizmente, lacrimosamente, cómicamente (esta idea no me gusta mucho, pero bueno), no se, ¿cómo se os ocurre que podría acabar? Escribidme comentarios y yo haré un mix con todo lo que me digáis, o valoraré y daré un final a esta historia ¿Qué os parece? En vuestras manos dejo que Trunck no deje de llorar recordando al amor de su vida o que de alguna manera sea capaz de traerle a la vida...


sábado, 26 de mayo de 2007

Lucha mientras caiga la lluvia. 21ª Parte

...Trunck le vio caer, como si el tiempo transcurriera a cámara lenta. Caía como una pluma mecida por el aire, sin fuerza, lánguido, sin resistencia, casi sin vida... Rápidamente, corrió a recogerle, antes de que tocara el suelo.


No le salían las palabras. Suaga le miraba, sin energía, cansado, pero tiernamente al tiempo. muy despacio, el triga levantó la mano y acarició la cara del treico. De sus liliáceos ojos brotaron las lágrimas. Iba a morir, no quería ya hacerse el fuerte. Tenía miedo, y a la vez era feliz, porque había podido dar la vida por el ser al que amaba y hacer que su existencia adquiriese mayor sentido.


- No hace falta que digas nada -dijo en un susurro Suaga, tras leer en la mente del treico su preocupación por buscar las palabras adecuadas al momento -. Gracias por hacerme sentir bien cada mañana, por olvidar mi condición, por tratarme como a un igual, por decirme que me quieres de corazón, sin pensar egoistamente, por regalarme besos sinceros, por entregarme tu alma poco a poco, por instalarte en mis pensamientos y no querer salir nunca más de ellos... -Suaga inspiró, como si le costase respirar-. Qué feliz me has hecho, cariño...

Y en ese instante sonrió, y sus ojos se perdieron en los de Trunck, para nunca volver. Su mano languideció, y su cuerno cayó al suelo, rodando hasta los pies descalzos de la Emperatriz.

De pronto, como un estallido, una tremenda honda expansiva surgió del cuerpo muerto del triga, que hizo que las ventanas estallasen y la lejana puerta del Salón Real se abriese de par en par. El tiempo había cambiado. A lo lejos se oía el retumbar de relámpagos y truenos, que anunciaban una tormenta.

- Lo siento - dijo la Emperatriz -. Debo hacer que se cumpla la ley, si no sería muy difícil gobernar un planeta - Trunck se giró para mirarla con furia, pero cual fue su sorpresa al descubrir, que la Emperatriz se había quitado la máscara, y dejaba ver su bello rostro color verde esmeralda. Era una hemosísima botany, con el cabello rubio, muy claro, recogido en una larga trenza. Pero no sólo fue esa la sorpresa, sino que al fijarse bien en su rostro, pudo ver como Endora lloraba-. Tienes poco tiempo para prepararte, pues ya todos vienen hacia aquí, pero espero que esto pueda ayudarte en tu empeño - Y dicho esto tomó el cuerno de Suaga, que aún estaba a sus pies, se acercó a Trunck, lo colocó sobre su frente y con la mayor dulzura le besó -. Él lo hubiese querido así...

Una tremenda energía recorrió todo el cuerpo del treico. Desde el primer al último músculo, los cinco sentidos, cada uno de sus recuerdos, sus creencias, todo su ser fue azotado por aquella extraña fuerza, que le hizo caer de espaldas. Cuando abrió los ojos, lo percibía todo de otra forma. Todo era igual, pero la forma de percibirlo era distinta. Tocó su frente, y en ella notó cómo un enorme cuerno se alzaba apuntando a lo más alto.

- Ahora debes ser rápido y aguantar luchando mientras caiga la lluvia - le dijo Endora, mientras se retiraba por una camuflada puerta junto al trono -. Sólo así conseguirás que ellos no se lo lleven.

Unas gotas de lluvia entraron por las ventanas rotas. Por una de ellas se asomó un pain (como el painco, pero más pequeño), que graznó haciendo patente su presencia. Por las demás ventanas comenzaron a asomarse distintos animales voladores, que parecían esperar a que el treico se apartase, para poder acceder a la sala. Un gaimuz (similar a los murciélagos terrestres), se lanzó hacia el cuerpo de Suaga, pero Trunck lo cogió del cuello al vuelo y lo mató. Todos los animales parecieron ofendidos ante aquello y como una tremenda ola, se lanzaron hacia donde se encontraba Trunck, junto al cuerpo sin vida de su amado.
Los picotazos arañazos venían de todas partes, pero su nueva condición, parecía haberle otorgado una enorme resistencia al dolor y una extraordinaria agilidad. No le era en absoluto difícil frenar cada golpe, o apartar al instante a cualquier ser que se acercaba a Suaga.
La lluvia entraba por las ventanas, ahora con mucha fuerza, y por la puerta pudo ver que a los seres voladores, se les unían grandes seres de la tierra, que corrían a por su parte preciada del triga. La felicidad y la alegría debe ser compartida, y todas aquellas bestias querían arrancar su parte, descuartizando a Suaga.
Luchó contra enormes monstruos alados que nunca hubiese creído que existieran. Peleó con hermosas criaturas, que engañaban con su candor, pero que no dudaban en atacar despiadadamente por conseguir su meta. Constantemente tenía que vigilar para que pequeños seres no se colaran entre sus piernas y consiguieran llegar hasta el cuerpo inerte del triga y en repetidas ocasiones sintió como las fuerzas le fallaban. Pero todo daba igual, debía mantenerse firme hasta que la lluvia parase, y así lo haría, aunque le fuese en ello la vida.

Por fin, tras ahogar con sus brazos a un enorme Kytubo, un rayo oxial le tocó la frente. Miró hacia los ventanales y vio como las nubes se alejaban, y Oxes brillaba inmenso en lo alto del cielo de Aldebodal. Se acercó al cuerpo de Suaga, y lo cogió, como un padre coge a su hijo cuando se ha quedado dormido y lo lleva en la noche a la cama, con gran delicadeza y dulzura. "Lo he conseguido, cariño. Te dije que lo haría, y así ha sido. Te quiero, y voy a quererte siempre".

jueves, 24 de mayo de 2007

Te dije que te quería. 20ª Parte

...Suaga miró a Trunck, como esperando una autorización. Igual que los niños buscan la mirada complacida y tranquila de los padres cuando un adulto extraño les ofrece un caramelo.

- Yo soy Suaga. y aunque Trunck no quiera que lo diga, soy su compañero. Soy quien le ha hecho sonreír una mañana cualquiera sin motivo aparente; quien le hace temblar cuando las lágrimas asoman a mis ojos; soy quien se estremece cuando no le siente cerca; aquel que ha sido capaz de captar su atención más de una noche, a pesar de lo muy diferentes que somos; soy la dulzura que no existiría sin el amargo; soy un triga enamorado, ni más ni menos que, de un treico.

- ¡Qué bonito! - dijo la Emperatriz "máscara", con un tono burlón-. Tu querido hizo un pacto conmigo, mediante el cuál debía realizar determinadas labores que yo, como Regente de los Botany en este planeta, no podía llevar a cabo...

- ¡Todo eso ya lo se! - la interrumpió Suaga.

- ¡Qué interesante! - dijo Endora mirando a Trunck - Le has elegido con caracter... Buena elección. Por lo tanto sabrás que debe ahora pagar su fallo con la vida.

- Él no es el culpable de su herror, si no yo.

- ¡Calla, Suaga!- gritó el treico.

- ¡No! Yo te seguí a pesar de tus advertencias, e hice que no realizaras tu trabajo. Si alguien tiene que asumir la responsabilidad de todo esto, soy yo. Emperatriz de Aldebodal, asumo mi culpa y te ruego me cambies a mí por Trunck.

- ¡Estás loco! - dijo el treico levantándose y acercándose al triga-. ¿Quieres morir? Yo firmé el aucerdo, yo pagaré.

- Si no hubiera sido por mí, todo esto no estaría sucediendo. Eres el mejor, no tendrías que haber errado.

- No hagas esto por mí, Suaga, con esto no se juega...

- ¡Me parece justo! - interrumpió la Emperatriz-. ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

- Sí

- ¡No, no lo está! - decía Trunck mientras sentía que las otras dos figuras implicadas y allí presentes le ignoraban.

- Sólo tienes que tocar el Corazón de Aldebodal y decirlo en voz alta - dijo la Emperatriz ofreciéndole la luz de su cetro.

- No pienso dejarte tocarla, Suaga, tendrás que pasar sobre mí - y se situó entre la luz y los ojos lila del triga.

El cuerno de Suaga creció y brilló, tras lo que adoptó la forma de un fuerte grurg (especie de botany de gran tamaño, extraordinaria fuerza y piel rocosa), tomó a Trunck por el cuello y lo levantó del suelo. Con la otra mano se acercó a la Emperatriz y tocó el Corazón de Aldebodal. Y mirando de lleno al caos de los ojos del treico dijo:

- Yo, el triga Suaga, asumo las responsabilidades tomadas por Trunck el treico, en el contrato que firmó con Endora, Emperatriz de Aldebodal, Regente del bienestar de todo Botany, Guardiana de la Concordia y la Paz entre los pueblos de Aldebodal.

Una pequeña explosión de luz pareció sellar el contrato. Suaga bajó a Trunck, que cayó de rodillas al suelo con la mirada perdida en el infinito. El triga, con su aspecto normal, abrazó al desconsolado treico.

- ¿Por qué? ¿Por qué me has hecho esto? No sabré vivir sin ti. Ahora que has cambiado mi vida, no sabré pasar los días con tu ausencia. Nada me importa matar, nada me importa ver que la gente muere, pero no puedo imaginar cómo puede ser la vida sin ti, que las leyes de la naturaleza se hagan efectivas en ti, el bien de mis días, la sonrisa de mi mañana, el beso que se despide de mí cada noche, el abrazo cariñoso en cada regreso... Tú que representas todo lo que nunca había conocido y me fue concedido a raudales. Tú tifón de buenos pensamientos, buenos sentimientos, ¿qué voy a hacer si me faltas?

- Lo mismo que hubiese tenido que hacer yo, si tú me hubieras faltado. Mirar adelante, y que todo lo que has aprendido conmigo no se pierda. Haz que todos cuantos te rodean, sean felices, como si un nuevo triga hubiese nacido en ti, cuando yo parta.

- ¡No quiero! Eso lo teníamos que haber hecho juntos... ¿Por qué lo has hecho?...

- Porque te dije que te quería, y sin duda, es mejor vivir, que no existir...

- ¡Suaga! - interrumpió Endora-. Debes cumplir con tu recién adquirido acuerdo -. El triga besó los labios del treico, y se besaron como nunca lo habían hecho. Todo su amor se plasmó en aquel beso. Si aún les hubiese quedado alguna duda sobre lo que sentían el uno por el otro, aquel beso lo aclaró todo, les enamoró más, les hizo sentirse mucho más felices de haberse conocido. Suaga se levantó, pero Trunck no le soltaba la mano. Se miraron muy dulcemente y resignado le soltó -.¿ Quieres que se encargue uno de mis guardianes, o lo haces tú mismo?

- Yo sólo puedo - y dicho esto hizo crecer de nuevo su cuerno, lo agarró con las dos manos y con un fuerte tirón lo arrancó de su frente...

jueves, 17 de mayo de 2007

La Emperatriz, Endora 19ª Parte.

...De nuevo en aquella ciudad. Siempre pensó que nunca visitaría el Monte Daymantos. En él vivía la Emperatriz que acabó con la dictadura sizan, que en unos años consiguieron que Aldebodal se empobreciera y el miedo dominara la vida de muchos habitantes del pequeño planeta; la Soberana que intentaba mantener el bienestar de todos los pobladores de los dos continentes y las siete regiones, manteniendo el diálogo y la comunicación entre especies, y proporcionando en ella un intermediario.
Los triga no tenían que ver con eso. Se entendían con casi todo el mundo, bajo la forma que más se ajustaba a sus beneficios, y cuando los seres descubrían su naturaleza deseaban poseerles y que les colmasen de riquezas y dones, tocándoles con su fabuloso cuerno. Y ahora que sabía que esa imagen conciliadora de la Emperatriz, era todo una fachada, pues era igual de asesina que cualquier sizan, sólo que sus manos se mantenían limpias a costa de la mancha en las de otros, aquella ciudad de concordia había perdido todo interés.
Sin embargo era una ciudad curiosa. El suelo de key transparente, a través del cual se podía ver correr el Manantial Sirhi Okra, origen de los seis grandes ríos de las seis grandes regiones del pequeño Aldebodal. Con sus palacetes del mismo material que parecían delicadas casas de muñecas, que con un pellizco podrían romperse. Y el enorme palacio de la Soberana, también de key, que reflejaba la luz del astro que dominase a cada hora del día, y que desprendía irisaciones al reflejarse en él la luminosidad. Un palacio con siete largas torres y cinco puertas, tres anchas y dos cambiantes que variaban su posición, y por las que salía la Emperatriz cuando dejaba su cargo y de nuevo volvía a ser una botany más. No es nada nuevo que esto ocurriera, ya que todas las emperatrices anteriores a Endora abandonaban el palacio para recuperar en algún momento sus vidas como seres desconocidos y no públicos. Unas porque tenían una familia al margen de su vida política; otros porque eran aficionadas a la búsqueda de Algas Sonókhim en el río Edrev; otros gustaban de escalar a solas las escarpadas montañas de Sójor; y otras porque gustaban de tener escarceos amorosos fuera de su puesto como Generadora de Tranquilidad para los botany. Por este motivo la emperatriz siempre se mostraba en público con una máscara ritual, enrome que camuflaba sus facciones, o con una larga bufanda que envolvía su rostro, dejando ver sólo sus ojos. Nunca nadie podía saber la identidad real de la Emperatriz, para que pudiera tener una vida privada, lejos de su cargo.

Entraron en palacio y les condujeron hasta el salón de recepciones, donde sobre un trono también de key, aguardaba una figura. Suaga se acercó a Trunck y le cogió la mano, quien la rechazó violentamente. " Si sabe que hay algo entre nosotros, buscará hacernos más daño por ahí ", le dijo mentalmente al triga.
Conforme se fueron acercando por el largo pasillo que conducía hacia el trono, Suaga podía ir viendo mejor la figura de Endora. No era muy alta, llevaba una máscara similar a las de muchos pueblos africanos de la Tierra, pintada con colores blancos, rojos y negros, mostrando un ceño fruncido y una expresión de la boca malhumorada. Vestía con una tira de un material al que asemejaríamos aquí al cuero, que le cubría el pecho, y otra pieza algo mayor que la cubría en la parte inferior del tronco, también del mismo material y el mismo color. No calzaba ningún tipo de zapato, y una capa cubría uno de sus hombros y la mitad derecha de su cuerpo. En la mano izquierda sostenía un cetro largo que brillaba, como si una estrella estuviese alojada en uno de sus extremos. Según cuentan, los cuatro keslar que la entrenaron para la lucha contra los sizan, lo crearon introduciendo en él parte de su esencia.

Al llegar a una distancia prudente, los guardianes de la familia de la Emperatriz, les hicieron detenerse. En ese instante, Endora se puso en pie., y con paso firme se acercó al treico.

- ¿Alguna vez te faltó algo de lo que te prometí? - le preguntó. La voz sonó poderosa y grave, asexuada, pero contundente, y Suaga pudo observar que cuando Endora hablaba, la mascara parecía articular y cambiar de expresión-. ¿En algún momento te sentiste desatendido?

-No, mi señora - la máscara sonrió.

- Entonces quieres decirme por qué Tuimbus abandona el Monte Daymantos y se retira a un templo de la Familia del Inicio: "Para encontrar mi yo interno, mi verdadero yo, y escuchar sin oír, y hablar sin articular"; palabras textuales del sizan- Suaga sonrió y se sintió bien consigo mismo-. No debía ser así...

- ¿Por qué no? - la interrumpió Trunck-. Quizá este susto haya sido mejor solución que hacerle desaparecer...

- ¡Nooo! - interrumpió esta vez la Emperatriz-. Conozco a los sizan, he tenido que enfrentarme a ellos, y conocer bien sus mecanismos mentales para poder detenerlos. Tuimbus ahora tiene miedo y quiere encerrarse en un monasterio, pero dentro de dos días, abandonará la vida ascética, porque no podrá con ella, y querrá volver a traicionar al sistema actual. Porque si todo está en calma, si no hay un mínimo malestar, los sizan no pueden sentirse bien, se ahogan, se sienten intranquilos, nerviosos, y ellos mismos crean la discordia.

El silencio se adueñó de la estancia. La Emperatriz miró a Suaga.

- ¿Tú quién eres? ¿Y qué haces con este ser rastrero? ¿Correrás su misma suerte? Porque no sé si sabes... que la suerte de tu compañero... ya está echada...

miércoles, 16 de mayo de 2007

Dos días. 18ª Parte

...Llevaban dos días huyendo. Tras resucitar Tuimbus, ambos volvieron a casa rápidamente. Trunck no quería perder ni un segundo más en aquel lugar. Sabía que la Emperatriz le buscaría para rendir cuentas y quería volver a casa para recoger algunas cosas y perderse en Aldebodal. Que nadie supiese donde estaba. Pero ya llegando a su hogar, ambos notaron que algo fallaba. El aire olía distinto, y los árboles parecían moverse de forma extraña, como si les quisieran avisar de lo que se encontrarían al llegar.
Descendieron y subieron andando el monte boscoso donde se situaba el palacio del treico. En la puerta había dos guardias de la Familia de la Emperatriz, y en los balcones se podían ver varios haciendo guardia. Les estaban esperando, o mejor dicho, esperaban el regreso de Trunck.

- ¿Qué tipo de pacto hiciste en el pasado? - le preguntó Suaga, en voz baja.

- Me convertía en el asesino de la Emperatriz. Gozaría de privilegios e inmunidad, en todo trabajo que ella me encomendara, así como de riquezas suministradas por la gran Endora. Asumía el papel sucio que ella no podía llevar a cabo y viviría como nadie en Aldebodal soñó jamás, pero con la condición de no fallar ni ser visto. Si esto ocurría, lo pagaría con mi vida.

- ¿Y cómo pudiste aceptar?

- Soy el mejor, nunca he fallado, ni lo hubiera hecho esta vez, si tú no tuvieses conciencia, ni ética, ni sentimientos positivos hacia los demás seres vivos, ni curiosidad - dijo con un tono de voz, que claramente sonó a reproche.

Al analizar la situación, decidieron dar la vuelta y marcharse a cualquier lugar que no fuera aquel palacio. Una opción era marchar al Continente Aco, donde residían los Sizan. Pero era un lugar deprimente y árido, lleno de peligro y muerte, no era un lugar agradable para pasar una temporada. Así que decidieron recorrer Aldebodal, buscando a las Seis Criaturas Legendarias. Cada Región posee una leyenda sobre un ser mitológico que en su día tuvo algún contacto con la Madre Aldebodal por lo que conceden dones, sanan, auguran el futuro, hacen profecías, o ayudan en casos extremos a quien se lo pide. Son la Hechicera Enarte, en la Región de Sedrev, Ardif y Dogei en Sollirhama, el Pozo de la Cautiva en Sluça, el Ángel sin alas en Sod-Ärom, Haub la bestia en Sójor y las Hermanas Oyepseia en Sajnaran.
Decidieron que el primer destino sería Sedrev, y la enigmática Hechicera de los recién nacidos. Y no por nada en particular, sino por ser uno de los mitos preferidos de Trunck y Sauga.

En un día llegaron a la región del río Edrev, allí comenzron a preguntar sobre la hechicera y cada botany le contaba una cosa. Todas las historias similares, pero ninguna igual, y todas diferían principalemente, en el lugar donde se podía encontrar a Enarte. Fueron dos días memorables: el viaje a lomos de un Suaga-Galaiko, sobre el que se recostaba Trunck y acariciaba dulcemente, cómplices ya en esta huida; las anécdotas de los botany nativos de Sedrev, la risa, el descanso en los bosques junto a ríos que les arrullaban con el sonidos de sus corrientes; el amargo sabor de la incertidumbre, mezclado con el intenso aroma del amor y el dulce de los frutos que las plantas les regalaban, la tranquilidad de tenerse el uno al otro, truncada por pequeños instantes de incertidumbre.

Pero una tarde mientras inspeccionaban una cueva para pasar la noche, unos ruidos en la boca de la caverna les alertaron de que algo ocurría. Era el sonido de una multitud, de un ejército, de numerosas botas caminando y corriendo a la vez, de alientos cansados de buscar lo que no encuentran. Veinte soldados de la Familia de la Emperatriz cortaron el paso a los amantes. Suaga tomó la forma de un Kytubo, uno de los animales más grandes y fuertes de todo el planeta, similar a un oso. Ambos se miraron, y no necesitaron más explicación, se lanzaron a luchar contra aquellos infelices.
Trunck luchaba con sus manos, poderosas y letales, mientras Suaga se defendía con zarpados, mordiscos y fuertes golpes. Pero si algo caracteriza a los guardianes que les atacaban era su perfecta forma física y su maestría en la lucha, por lo que la huida parecía cada vez más improbable.
De pronto, uno de los ágiles soldados consigue subirse a lomos de Sauga y propinarle un golpe en la espalda que hace al triga perder el control de sus extremidades y después el conocimiento. Al verlo, Trunck deja de luchar y cubre con su cuerpo el de su compañero, extendiendo las manos y gritando:

- ¡Basta! ¡Me entrego! La Emperatriz de Aldebodal quiere mi vida y no retardaré más el momento. Pero a él dejadle. No hizo ningún pacto, tiene las manos y la conciencia limpias.

- Tenemos órdenes de llevaros a los dos, ante la presencia de Endora.

Aquello le cayó como un jarro de agua fría. ¿Por qué? ¿Para qué? Trunck se volvió hacia el triga y vio una imagen muy similar a la primera vez que lo encontró en el bosque, lo que hizo que todo su ser temblara de tristeza y miedo a la pérdida...

domingo, 13 de mayo de 2007

Suaga, ¿qué has hecho? 17ª Parte

... Suaga cogió al desdichado entre sus brazos, mientras lo miraba con sus ojos lila, empañados en lágrimas. Ya no estaba allí. Aquello que tenía entre las manos era una masa extraña, con la forma de Tuimbus Teydoj, pero no era él, se había apagado. Es extraño tener entre las manos algo muerto, sobre todo si son seres pertenecientes a la fauna, y en algunos casos de la flora, de Aldebodal. Al principio sigue blando, pero poco a poco se va quedando duro, rígido y frío, y toma una textura extraña.

- Taicomos me pidió que no te juzgara, si algún día averiguaba lo que hacías en tus viajes - dijo en un susurro, sin dejar de mirar al difunto -. Pero creo que esto me supera - Miró fijamente a Trunck, quien le miraba con los ojos perdidos y el rostro muy sorprendido al ver al triga en aquella habitación.

- ¿Por qué me has seguido? ¿Por qué lo has hecho? ¡Esto no lo debías saber! ¡No te quería involucrar en este mundo oscuro y hediondo, del que no puedo salir!

- ¿Cómo? ¿Cómo llegaste a esto? ¿Cómo empezó todo?

- No lo se. No lo recuerdo. Tengo muchos años y muchas muertes a mi espalda. Puede que desde que nacen los treicos estén preparados para ser asesinos, despiadados, crueles, rastreros, odiosos y encantadores, despreciables seres que se sirven de lo que les rodea para destruirlo y hacer que vivan infelices...

- ¡No te lo crees ni tú, todo eso que dices! - respondió Suaga de forma automática, como si un resorte le hubiese hecho saltar -. Tú que me haces sentir el único ser del mundo, tú que me cuidas cada día como a un tesoro, tú que bromeas con Taicomos y haces que un anciano que ha visto tanto se sienta feliz y en su hogar, los últimos años de su vida; tú que no soportas verme llorar, que no puedes llegar a imaginar que cuando muera las fuerzas de la naturaleza destruyan mi cuerpo, tú que no quieres involucrarme en esto para protegerme de la realidad del mundo que me rodea... ¿Tú dices que eres un ser despreciable?

Una lágrima negra se escapó de los ojos infinitos de Trunck, y manchó el suelo al que miraba avergonzado.

- Tú no eres esto, si no quieres ser lo, pero nunca nadie te lo había dicho antes. Y esto lo voy a arreglar ahora. ¡Tápate de nuevo la cara! - le dijo al treico quien le obedeció a pesar de su perplejidad.

Suaga tomó la forma de una betano, una especie de pantera color morado, con aspecto humanoide, y enormes alas fucsia de insecto. Existe la creencia en Aldebodal, de que las betano son mensajeras entre los seres vivos de Aldebodal y la Madre Creadora, y en momentos de verdadera necesidad, se aparecen para recibir o dar algún mensaje.
El cuerno del triga creció, y comenzó a brillar sobre manera. Tanto, que Trunck se vio obligado a mirar hacia otro lado, a pesar de estar acostumbrado al candor del cuerno de Suaga. La habitación entera resplandecía, sólo se podía ver luz. El triga agachó la cabeza y tocó el pecho del muerto con su apéndice.
De pronto como si una bocanada de aire volviera a recorrer los pulmones de Tuimbus, éste abrió la boca, dejando que la vida recorriera de nuevo su gordo y purpúreo cuerpo. Sus ojos abiertos de par en par, miraban desorbitados en todas direcciones, hasta que se frenaron en lo que él pensaba que era una betano.

- La Gran Madre Aldebodal te concede una segunda oportunidad. Sé ejemplo, y disfruta del regalo que se te otorga- dijo Suaga con voz tranquilizadora y felina.
Tras esto, la luz de su cuerno se apagó y todo quedó en la más oscura penumbra, lo que aprovechó para coger a Trunck del brazo y salir corriendo allí.

Ya fuera del palacete, sobre el suelo transparente, con el Manantial Sirhi Okra como testigo, Trunck, aún sin haber recobrado el aliento, tomó a Suaga de los hombros, muy alterado.

- ¿Qué has hecho, Suaga? ¿Sabes quién quería la muerte de ese ser? ¿Sabes a quién acabas de desafiar?

- Supongo que a una gran familia Sizan, con ansias de venganza, pero no me importa, nosotros unidos podemos hacer frente a todo, y más con la Emperatriz de nuestro lado. Si nos intentan hacer algo, ella nos defenderá y ayudará a luchar contra los Sizan...

- ¡Qué ingenuo eres! - exclamó Trunck moviendo al cabeza-. Ella es mi jefa. Es ella quien envía al painco, ¿si enviase a un ser dulce y angelical crees que impondría tanto respeto? Su Alteza Endora me encargó acabar con la vida de ese hombre, que ahora que goza de todo privilegio está pensando en volver a traicionar al bando en el que se encuentra - miró tristemente a Suaga y en un susurro, acercándose mucho al triga dijo -, y será ella quien, por el pacto que hace mucho hicimos, reclame mi vida...

miércoles, 25 de abril de 2007

NOOO!!! 16ª Parte

... Cuando por fin descendió, el pequeño ez-Suaga salió de entre los pliegues de la ropa, para observar dónde se encontraban.

Era de noche. Las dos lunas de Aldebodal,
Óbsel y Onókim, brillaban en el firmamento, colmado de estrellas agrupadas en constelaciones, cada una con su leyenda. Mirando alrededor, no cabía la menor duda de dónde se encontraban. Las casas, construidas con key (piedra preciosa, de color blanco) eran brillantes, alargadas, estilizadas y armoniosas. El suelo también era de key, sólo que éste había sido tratado para que fuese transparente y dejase ver el caudaloso río que fluía por debajo. Sus aguas eran de color blanco y la corriente parecía espesa, como si en lugar de agua fuese leche. No podía ser de otra forma, aquel agua densa era el Manantial Sirhi Okra, río inicial del que se desgajan los otros seis ríos principales de Aldebodal. Acababan de llegar, sin lugar a dudas, al Monte Daymantos, hogar de la Emperatriz de Aldebodal y lugar de residencia de los representantes de las familias botany. El sistema político de los botany se sustenta en un complicado entramado de familias, cuyos representantes viven en esta ciudad. También habitan el Monte Daymantos, personalidades como consejeros, personal de asistencia, investigadores, científicos, así como magos y hechiceras de la Madre Aldebodal, aprendices de las familias, etc.

Lentamente, sin hacer ruido, Trunck se deslizaba por las brillantes y blancas calles de Daymantos. Se camuflaba a la perfección, era una sombra más entre la luz de las lunas. Por fin, llegaron a un palacete. En comparación con otras residencias de la zona, era pequeña, muy modesta, pero junto a una choza de algún poblado de la Región de Sojor, era el hogar de un dios.
Saltaron la verja, sin hacer el menor ruido, y con un simple movimiento de mano, la cerradura de la casa cedió. En el interior todo era recargado, a diferencia de la sobriedad de toda la ciudad imperial del Monte, aquel lugar era barroco, saturado de ornamentos. Subieron unas grades escaleras y el pequeño ez-Suaga notó cómo el treico intentaba buscar algún pensamiento que le indicase donde había seres vivos, así que extremó precauciones para que su pensamiento no le delatase. De pronto la actividad cesó. Había encontrado a quien estaba buscando.

Al triga, le pareció todo muy raro. ¿Por qué hacían todo esto? ¿Por qué entraba de aquella manera en una casa? ¿De qué conocería a quien estaba buscando? ¿Qué iba a hacer con él si seguramente no estaba despierto? ¿Sería el dueño de aquel palacete quien le envió el painco? Poco a poco sus dudas iban a esclarecerse.
¿Quién? Al entrar en la habitación, Suaga se quedó sorprendidísimo, pues se encontraba ante una de las personas decisivas, o al menos eso se dijo, en la batalla de la Emperatriz contra los Sizan. Él era Tuimbus Teydoj, un antiguo consejero de algunas de las familias que se consolidarían como Sizan, para derrocar a la Emperatriz (Ver 7ª Parte). La historia cuenta que tras ver el estado de violencia y decadencia al que sometieron los Sizan a los botany, Tuimbus decidió cambiar de bando y ayudar a Endora, siendo de gran ayuda con todo su conocimiento privilegiado como consejero. Sin embargo, murmuran las malas lenguas que negoció con la Emperatriz un puesto cómodo y de modesto poder, a cambio de toda su información y conocimientos sobre los Sizan.
Aquel ser, estaba durmiendo tranquilamente, era de piel morada, lo que indica que debió vivir en la Región de Sodárom durante su infancia, o gran parte de su vida. Era obeso, tanto que parecía que la barbilla se multiplicaba varias veces. La cabeza rapada al cero, sin un solo pelo en ella, así como varios pendientes y escarificaciones leves en su rostro, como mandan las antiguas leyes Sizan. Al dormir, emitía un desagradable y sonoro ronquido, que hacía que sin conocerle, desearas que enmudeciese por obra de la Madre Aldebodal. Si aquel ser había mandado llamar a Trunck, desde luego no le estaba esperando, pues su sueño era profundo y abstraído de todo lo que pudiera suceder a su alrededor.

Entonces, claro como la luz de Oxes en la mañana, el pensamiento del treico se reflejó en el de Suaga. Mientras Trunck alzaba una mano y concentraba toda su rabia en ella, Suaga supo lo que pasaría a continuación. Como si le hubiesen despertado de golpe, oprimiendo sus múltiples barbillas, con los ojos abiertos de par en par, Tuimbus comenzó a retorcerse, intentando zafarse de la fuerza que le oprimía. El color de su piel se tornó mucho más violáceo, y Suaga pudo escuchar en su mente, cómo su pulso se aceleraba intentado sobrevivir a lo que le ocurría. Tuimbus lo sabía, por su cabeza pasaban pensamientos en los que se repetía esta frase: "Sabía que algún día esto pasaría". El triga no lo podía soportar, estaba experimentando su dolor, su angustia, su agonía, su desesperación, su resignación ante lo que le estaba ocurriendo... Hasta que todo aquel sufrimiento le superó y sin poder controlarlo, saltó del pliegue de la ropa del hombro de Trunck y recuperó su forma original mientras gritaba: NOOOO!!!!

lunes, 16 de abril de 2007

De nuevo el Painco 15ª Parte

...Un horrible graznido despertó a Suaga. Aquel sonido repelente, no sólo le raptó de su placentero y apacible descanso en los brazos de su treico, sino que le regaló una gran dosis de intranquilidad y desasosiego. Era el painco. El ser repugnante que trajo la duda colgada en su cuello y el temor de su pico.
Suaga notó que Trunck ya no estaba en la cama, por lo que de un salto se dirigió a la gran terraza del palacio, donde la otra vez se posó el engendro. Allí los vio. El treico leía una carta, traída seguramente por el pájaro, el otro le miraba desafiante, y en su pico parecía dibujarse una sonrisa maliciosa. Taicomos llegó con un cuenco lleno de carne cruda y se lo dio al painco, que lo engulló todo rápida y vorazmente, como si nunca hubiese comido, o como si el keilar fuese a retirar el cuenco enseguida y no pudiese terminarlo todo.

Cuando terminó de leer lo que decía la carta, Trunck la dobló cuidadosamente y la guardó. Miró al painco
malhumorado y después a Taicomos con la mirada astiada. Tras perder la mirada en la lejanía del paisaje durante un momento, Trunck pareció recobrar la vida y el interés por lo que ocurría a su alrededor y se dirigió a la habitación. Suaga, al ver que se encaminaba hacia donde él estaba, se retiró unos pasos y después recuperó la dirección hacia el gran balcón de palacio, para que pareciera que venía del cuarto y ahora salía a la terraza. Todo esto aderezado correctamente con una dosis de buen teatro, interpretando el papel de recién levantado que no es capaz de centrarse.

Cuando Trunck y Suaga se cruzaron, el treico no sospechó nada. El triga le abrazó para darle los buenos días y le dio un beso.

- Lo siento Suaga. Ha vuelto el momento de la confianza ciega y la espera sin preguntas ni respuestas. Debo subir a ponerme mi indumentaria y partir ahora mismo.

- ¡Cuánto tiempo estarás fuera?

- No lo se. Entre cuatro y seis días - la cara de Suaga se encogió en una mueca de fastidio -. Intentaré regresar antes, lo prometo. Mientras tanto le he hecho firmar a Taicomos un papel en el que me prometía entretenerte con su cálida verborrea - sonrió Trunck dulcemente.

Y dicho esto,subió al dormitorio a cambiarse. "No puedo" pensó para sí el triga. Desde que se conocían, el painco se había presentado en casa ya cinco veces, y en las cinco había pasado varios días con el corazón encogido hasta que Trunck volvía. Esta vez sentía la necesidad imperiosa de saber a dónde iba y qué hacía donde quiera que fuera. Así que lo tuvo claro, le perseguiría, tomaría la forma de un minúsculo insecto, uno cuyo cerebro es tan pequeño, que Trunck no podría escuchar sus pensamientos, y se pegaría a su ropa, como una polilla a la tela.
Le esperó como hubiera hecho habitualmente, mirándole desde la puerta de la habitación mientras se cambiaba de ropa, con cara de "no te vayas". Cuando terminó, pasó junto a Suaga y casi ni le miró. Entraba en su papel serio y ya no existían amigos, conocidos, y ni siquiera amor. No sabía qué tendría aquella ropa, pero parecía aislarle de todo sentimiento.
Cuando estaba a punto de bajar las escalares que conducen al gran salón y después al balcón, Suaga tomó la forma de un ez. Un ez es una mezcla entre un mosquito y un ácaro, muy pequeño. Se dejó llevar por las corrientes de aire y agitó sus alas rápidamente, acoplándose en los pliegues del hombro de Trunck. Éste salió al balcón y le hizo una señal al painco, que echó al instante a volar desplegando sus oscuras y lúgubres alas. Trunck dio un enorme salto y le siguió, con su amante pasajero en el hombro...

jueves, 12 de abril de 2007

Lo que digas que sea para siempre II 14ª Parte

... El cuerno de Suaga comenzó a alargarse y a desprender un brillo cada vez mayor. Aunque más que un brillo eran destellos, como los que lanza un faro cuando sabe que un barco necesita de su luz. Los ojos lila del triga se quedaron en blanco, le cambiaron de color, como si una nube los empañara. Su cuerpo comenzó a tensarse y a perder la gravidez, para elevarse, lentamente.
Trunk intentó agarrarle, pero pronto comprendió que aquello era parte de un proceso vital del triga y que no debía poner impedimentos al mismo.
El destello de su cuerno era cada vez más intenso, los zaipdos alzaron el vuelo y comenzaron a planear alrededor del flotante Suaga. Un calor de hogar llegó hasta el treico desde lo alto, se sentía tranquilo, a gusto, acogido, protegido, en el lugar al que pertenecía, siendo espectador de uno de los más hermosos acontecimientos del universo, pues era el momento en que un triga compartiría con él su magia, su felicidad, su amor.
La sensación era tan placentera y le llenaba tanto que cerró los ojos, y en ese instante sintió como sus pies se despegaban del suelo y su cuerpo se dirigía hasta Suaga, esquivando el vuelo de los zaipdos. Por fin cuando estuvo junto a él, abrió los ojos y vio cómo el ser que tenía enfrente era pura emanación de luz, era la fuente de toda tranquilidad, de toda paz, de todo sentimiento puro. Suaga le abrazó y la claridad se intensificó. Sintió cómo se fundían en uno, cómo entraban sus cuerpos el uno del otro, hasta ser una sola existencia. En el instante que fue consciente de esta unión, sintió que se expandía, que estallaba, y poco a poco fue descendiendo, como la pólvora de los fuegos artificiales.

Al abrir los ojos se percató de que había perdido el conocimiento, y ahora Suaga le sujetaba entre sus brazos acariciándole suavemente la cara.

- Ahora llevas algo de mí en ti, y yo algo de ti en mí. Si algún día me faltaras no me sentiría completo. Ya sólo tú me completas.

Y de nuevo se convirtió en un galaiko enorme para volver a casa, esta vez rebosantes de complicidad.

jueves, 15 de marzo de 2007

Lo que digas, que sea para siempre I. 13ª Parte

... Había sido una noche única. Suaga recordaba pocas noches como aquella, en la que le habían hecho feliz a él. Lo que más le impresionaba era que precisamente un treico fuera el ser que le hiciera sentir todo aquello. Se había despertado para dar su paseo, pero había preferido quedarse mirando a Trunck dormir. Su pelo corto oscuro y la larga y fina trenza de pelo blanco que nacía en su nuca, que ahora parecía una culebra inmóvil sobre la almohada. Suavemente la acarició, para que no se despertara. Su piel tostada, el vacío de sus ojos, ahora cerrado, su labios rectos, su importante nariz, su cuerpo sencillo, sin perfecta musculatura ni fornidos brazos, pero en los que se sentía protegido y relajado.

Se levantó sin hacer ruido, como hacía siempre y vio amanecer desde la gran ventana del cuarto de Trunck. Todo un bosque frondoso a los pies del palacio, y una llanura que se intuía al final del mismo, se dejaban bañar por los rayos de Oxes. Las hojas de los árboles tomaban distintas tonalidades dependiendo de la luz del sol, como si cambiaran de color de manera intermitente, bailando a la vez con una leve brisa matinal. De pronto le vino una idea a la cabeza. Aquella sensación que venía experimentando desde que conoció a Trunck, junto con el color de los árboles desde la gran ventana, aderezado con risas, carcajadas y complicidad, era la felicidad.

De pronto, sintió unos brazos que le rodeaban y le apretaban para sí. Le protegían, le acariciaban, le transmitían un torrente de sensaciones y sentimientos. Trunck. Misterioso, serio y divertido, adorable, cariñoso, hermético, ladino, coqueto, seguro de sí mismo... Su Trunck.
Y entonces lo notó. Un pensamiento tomó forma en la cabeza del treico, y el triga lo percibió. Le dio miedo, casi terror, si lo hacía debía estar avisado de lo que podía ocurrir. Suaga se dio la vuelta fugazmente y tapó la boca de Trunck dulcemente, mientras le miraba a los ojos.

- No lo digas. Sólo di lo si estás seguro de ello, si sabes que eso que dices será para siempre. Si no estás seguro de ese sentimiento, calla... calla...

Durante unos instantes, los dos se miraron fijamente y Trunck pensó si lo que estaba a punto de decir respondía a un sentimiento claro, en absoluto difuso. No tuvo que pensarlo mucho, pues lo sentía muy claro.
Justo en el instante en que iba a pronunciar las palabras, Suaga le tomó de la mano, arrastrándole con él al vacío. Se dejó caer por la enrome ventana. El aire golpeaba la cara del treico, impidiéndole respirar. Cerró los ojos que le lloraban. Caía, caía, caía... Hasta que la sensación cesó repentinamente, y notó que se movía sobre algo. Era suave, cálido, agradable y rápido. Abrió los ojos. Un enorme Galaiko (similar al halcón, pero de dimensiones gigantescas) de plumas azuladas, con distintas tonalidades, y un largo cuerno en la frente le llevaba volando por Aldebodal. Abrazó el cuerpo del ave, y se sentó tranquilo sobre la espalda de la nueva forma de Suaga. Desde allí pudo ver los campos de Soxes*, de la región de Sollirhama, y percibir el fuerte olor del polen que desprende durante el día. También vio a unos beintagos* correr en manada, tras un kitra veloz y aterrado por la persecución... ¡ Qué maravillosa sensación! El viento acariciándole la cara, suavemente, el sol bañando su oscura piel, y la trenza blanca de su cabeza hondeando mecida por la velocidad. ¡ Qué tranquilidad cuando estaba con Suaga! Nunca un trunck imaginó tanto bien para sí.
Aterrizaron en una colina desde la que se podía contemplar el extenso y enorme bosque de la región de Sedrev, en el que, según cuentan las leyendas, habita la Hechicera Enarte. Suaga recuperó su forma de triga, aunque el cuerno se encontraba crecido. Miró el paisaje. Durante gran parte de su vida había vivido en Sedrev, y le tenía especial cariño a aquella colina, en la que un día pensó que jamás llegaría a conocer a un ser tan maravilloso como él, y sin embargo un treico estaba a punto de decir la frase más peligrosa. De nuevo, Trunck tomó a Suaga entre sus brazos, esta vez de frente y mirándole a los iris lila. De nuevo, Suaga vio venir la frase, y apartando la mirada, para darle un cálido abrazo, dijo:

- Debes tener muy claro lo que estás a punto de decir. Si es cierto, mi ser se unirá al tuyo, para siempre. Pero si un día no eres consecuente con esto que me has dicho, mi alma se entristecerá, se mustiará y mi cuerno caerá.

"¡Así son los triga!", pensó Trunck. Parecía algo difícil de afrontar... pero el treico sabía perfectamente lo que sentía. Si algo le había caracterizado, era el buen conocimiento que tenía de sí mismo, y ahora no iba a ser menos. Sí, no le importaba decirlo, e incluso tenía ganas de poder gritarlo.

Sin darle tiempo, Suaga se apartó de Trunck y tras resplandecer, se convirtió un mashteró (podría definirse como una mezcla entre caballo y gacela, sólo que los cuernos son largos y lisos hacia atrás). Se le acercó y con el hocico le acarició el brazo y le indicó que subiera.
Corrieron por los bosques de Sedrev, toparon con una tribu de zushaytu (especie propia de los bosques de Sedrev. Hay quien dice que son los antecesores de los botany, pero es una teoría aún por demostrar), corrieron esquivando árboles, y se maravillaron ante la verdosa flora del lugar.

Cuando por fin salieron del pequeño bosque, fueron a parar a un escondido lago. Éste estaba repleto de zaipdos, el animal preferido de Suaga. No era casualidad que precisamente fueran a dar con aquel lugar, lleno de zaipdos, a los que el mashteró-Suaga se acercaba y observaba. Sintió la necesidad de tocarlos y tras un pequeño resplandor volvió a su forma real, eso sí con el cuerno visible y no camuflado.
Trunck le abrazó por atrás, esta vez había cerrado su mente para que no supiera que se acercaba, ni qué pensaba decirle. Así que antes de que el triga le volviera a hacer pensar sobre si era buena idea decir lo que iba a decir o no, Trunck lo dijo, asiéndole fuertemente en su abrazo:

- Te quiero, Suaga.

Dicho esto, el triga se dio la vuelta, le miró fijamente al caos de sus ojos, durante unos instantes y devolviéndole el abrazo, y entre lágrimas involuntarias, dijo:

- Ya lo has dicho. Ahora es para siempre. Si algún día este sentimiento despareciese, yo también desaparecería. es decir que mi ánimo empeoraría y podría llegar a morir - dicho esto, se separó un poco del treico, y con una dulcísima caricia y la más tierna de las miradas dijo: Yo también te quiero, Trunck...
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*Soxes: también llamada "Hija de Oxes". Es una planta que sólo podemos encontrar en la región de Sollirahma. De color amarillento, su floración y polinización dependen en gran parte de la posición astral del Astro Rey para Aldebodal. El polen de Soxes posee grandes cualidades curativas y vigorizantes.
*Beintagos: no existe esta palabra en singular, ya que nunca se ha visto uno sólo. Son una especie de tigres, solo que de tamaño minúsculo. siempre van en manada y son omnívoros.

miércoles, 7 de marzo de 2007

La llegada de un painco 12ª Parte

...Una tarde, mientras Trunck acariciaba tranquilo el cuerno de Suaga en los jardines de su hogar, la oscuridad llegó en forma de painco (ave similar al cuervo, pero más grande). Este llevaba en el pico un sobre y al cuello un brillante collar de piedras preciosas. Trunck se levantó bruscamente y cogió la carta del siniestro animal, la leyó y su gesto se endureció. Sin mediar palabra, le arrancó el collar y entró al palacio. Suaga notó que algo no andaba bien y le siguió.

- ¿Qué ocurre? ¿Va todo bien?

- Debo marcharme, pero volveré enseguida. Cuando llega el painco, llega el trabajo - dicho lo cual subió a su habitación.

A Suaga nunca le habían gustado los paincos. En Aldebodal estos seres eran símbolo de malas noticias, de desgracias, de pena, de agonía, de muerte. Mucho más en su caso, ya que cuando un triga muere, el primer ser en venir a recibir su parte del fallecido es un painco. Aún recordaba el día en que su madre murió y un enorme ave negra arrancó con brutalidad su mano para llevársela lejos, sin ningún reparo.
Al poco, el treico bajó, enfundado con ropas oscuras, envuelto en una capa que le cubría el rostro. Con cierto aire de pena y desgana, besó al triga y se encaminó a la puerta para marchar, pero antes de que se alejara de su alcance, Suaga le tomó de la muñeca.

- Dime donde vas.

- No me preguntes lo que no te gustaría saber. Es lo que me mantiene y es mi naturaleza. No quiero que tu bondad se manche con mi caos - y como una sombra se marchó.

Suaga le siguió y se quedó sorprendido al ver cómo Trunck echaba a volar y se alejaba.

Tardó un día y medio en regresar. Durante este tiempo, intentó hablar con Taicomos sobre el extraño suceso, pero los keilar eran grandes guardianes de secretos y le fue imposible descubrir más de lo que ya había visto. Al parecer, lo que fuera que Trunck había ido a hacer, era su trabajo, lo que le permitía llevar el nivel de vida que poseía.

- No quieras enterarte de lo que te dañaría, y si algún día descubres lo que pasa, no le juzgues - fue lo más que le pudo sonsacar al legendario criado.

Cuando el treico volvió, Suaga estaba en el gran ventanal de la habitación de Trunck. Le vio llegar desde lejos, una mancha en el cielo que se fue haciendo más y más grande, y fue adoptando la forma de su amante amado. Aterrizó frente a él. En su cara había signos de cansancio.

- Llevo un día y medio deseando volver a hacer esto - y besó al triga arrebatadoramente.

lunes, 5 de marzo de 2007

Un miedo 11ª Parte

...Muy de mañana Suaga salía a caminar por los bosques de las laderas del monte Ayuso, en el que se encontraba el palacio de Trunck. Le gustaba acercarse a una terraza natural que había cerca, desde la que se podía ver un valle magenta salpicado de aldeas, unas cercanas y otras minúsculas en la distancia, que con la salida de Oxes (el sol), parecían cobrar vida, cambiando de tonalidad para ser manchas carmín en el horizonte. Podría ver este espectáculo desde el enorme ventanal que tenía el treico en su cuarto, el cual no tenía cristal ni puerta, pero el arquitecto que lo creó le otorgó la capacidad de evitar el paso a desconocidos, así como al frío, al viento o cualquier elemento que pudiera dañar el interior de la estancia, mas el triga disfrutaba del olor de las plantas al ir despertando, la humedad del aire que bañaba el ambiente y el piar de las aves cuando empezaban a percibir los primeros rayos del gran astro. Era un espectáculo digno de sentir.

Siempre le había gustado fijarse en las pequeñas cosas, en aquello en lo que nadie repara. En el roce furtivo de una mano con otra, que oculta todo un mundo de sentimientos. En lo maravillosa que puede llegar a ser una nuca, o lo horrorosa que puede ser una sonrisa. En el sonido del viento cuando un amigo da la vuelta para marcharse. En el olor del calor cuando empieza la época del renacer (como nuestra primavera). En cómo tiembla el cuerpo del ser amado cuando se llena de felicidad, o el sonido armonioso que se puede percibir en el ronquido del amante que duerme a tu lado. Y aquellos paseos le brindaban la oportunidad de agudizar sus sentidos en busca de ese maravilloso mundo de detalles, infinito e inagotable que la Madre Aldebodal le podía brindar.

Mientras caminaba empezó a pensar en el treico. No podía creer que el destino pudiera haberle guardado aquella fascinante sorpresa. Toda la vida huyendo de quien conocía la leyenda y ansiaba la felicidad. Siempre haciendo feliz a los demás en la sombra, escuchando las quejas y anhelos, e intentando mitigarlos o incluso solucionarlos. Y de repente, el día que parecía que todo había llegado a su fin, la felicidad le vino a ver a él. Todo era perfecto. Cada instante, cada gesto, cada beso, cada caricia, cada risa, cada mirada, cada anécdota, cada rincón por el que pasaban se convertía en un lugar especial e inolvidable... Pero sabía que todo aquello eran sus sentimientos, no los de Trunck. Sí, él intuía lo que el treico sentía, pero también conocía muy bien su naturaleza auto-satisfactoria. Entre otras cosas, su independencia, su seguridad, su forma de dirigirse a todos dominando de forma innata la situación, le parecía lo más excitante que jamas hubiese visto nunca. Pero sobre todo, lo que más le gustaba y le excitaba era lo bien que se lo pasaban juntos, lo mucho que se reía, lo fácil que le era entenderse con Trunck.
Un día mientras tonteaban, hablaban y jugaban en la cocina, Taicomos se les quedó mirando y dijo:

- Me alegra saber que la alegría y la risa no estaban desterradas de este palacio - tras lo que siguió realizando su trabajo.

Así se encontraba meditando, cuando un pensamiento se adueñó de su mente: "¿Y si algún día se cansa? ¿Qué pasará si este ser, por su extraña naturaleza, decide arrojarme lejos de su vida para siempre?" No podía ser. En este momento era tan grande lo que sentía por Trunck que el simple hecho de pensarlo hacía que se le saltaran las lágrimas. Comenzó a acelerar el paso. En medio de toda aquella naturaleza, sintió que le faltaba el aire, al fondo pudo distinguir el claro del bosque donde se encontraba su mirador natural, y corrió hacia él como el pez que busca el agua, pues sin ella es incapaz de vivir. Cayó rendido, llorando, mientras Oxes comenzaba a derramar sus rayos por el valle. Y justo en el momento en que el sol tocó al triga, sintió un brazo que le abrazaba y una voz preocupada que preguntaba:

- ¿Estás bien?

Suaga levantó la vista. Era Trunck, su querido Trunck. No podía contestar, las lágrimas y la pena se impedían.

- ¿Qué has visto? ¿Qué has oído? - pero no encontró respuesta-. Hoy cuando te has levantado, sigilosamente me vestí, me lavé la cara y te seguí. Quería observarte, fijarme en lo que tú te fijas, respirar lo que tu respiras, pisar por donde tú pisas. Pero lo que no quiero nunca más, y te exijo que me obedezcas, es verte llorar. Sé que podré aguantarlo si vuelves a hacerlo, pero es algo superior a mis fuerzas. No te puedo ver llorar.

Suaga, aquel que siempre se había fijado en cada detalle, aquel que veía lo pequeño, no se había dado cuenta de lo mucho que sentía el treico por él. No lo expresó con grandes gestos, ni con rebuscadas palabras, lo había hecho de la manera más sencilla, con las expresiones más asequibles, que sólo un buen observador puede descifrar. Y aquella mañana, con aquel gesto y aquellas palabras, lo que Trunck le estaba pidiendo era un hueco en su vida, un rincón en su alma.

Suaga besó a Trunck con fuerza, con pasión, como si lo hubiese encontrado de nuevo tras haber estado mucho tiempo perdido. Y con este beso y esta sensación, el miedo del triga se fue alejando lento hacia el sol, donde se quemó y se destruyó, como suele pasar con los pensamientos malos, pero malos de verdad...

miércoles, 28 de febrero de 2007

¿Qué función tiene un treico? 10ª Parte

... De vez en cuando, el treico y el triga, bajaban a las aldeas y poblaciones de alrededor y jugaban con sus habitantes. Suaga se transformaba en seres mitológicos o fantásticos y hacían que un campesino lo viera, para que corriese tras él, pensando en la fortuna que ganaría si vendiera su cabeza, para luego esperarle al doblar una esquina y asustarle con la apariencia de un monstruo fabuloso. A Trunck le encantaba observar sus caras y las imágenes que se formaban en sus cabezas al asustarse, ver gracias a la telepatía cómo percibían sus víctimas la realidad.

Otras veces, se acercaban a los grandes templos de música, en los que los botany y demás especies sensibles a la música, se reunen para bailar y divertirse. En estas ocasiones, Trunck se acicalaba como solía hacer las noches de "caza", pero ahora tan sólo era un mero ritual. Suaga se plantaba frente a él e iba adquiriendo distintas formas de vida inteligente, a ver con cual decidía salir aquella noche. Incluso podía elegir por separado cada rasgo y característica del, o la, que sería su acompañante. Aquello le excitaba en extremo al treico, saber que cada noche podía elegir un ser distinto, y estar creado por él mismo. Sin embargo, al volver al palacete, a su hogar, mucho más le excitaba saber que aquellos rasgos se iban desvaneciendo uno a uno hasta aparecer Suaga ante él, con sus preciosos ojos lila, y su perfecto cuerno apuntando al cielo. Toda esa perfección, toda esa bondad, toda esa felicidad, toda esa risa, eran para él en aquellos instantes.


¡Qué extraño era Suaga bailando! No era como Trunck, cuyos movimientos parecían estar estudiados al milímetro para seducir, para provocar. Sus aires de dignidad, de ser inalcanzable, hacían que todos se fijasen en él. Sin embargo, con Suaga no era así. Cuando se acercaba a él con intenciones arrebatadoras, éste parecía no verle. Pero por el contrario, si se unía a él bailando de cualquier forma, sin intención alguna, simplemente pasándoselo bien, relajado, sin ningún tipo de pose, entonces era el único punto de mira del triga. Es más, de este modo, Suaga no paraba de reír, y gracias a esto, le abrazaba y le acariciaba sin parar, lo que hacía que la excitación del treico fuera en aumento.

Así pues, varias cosas excitaban al treico del triga: su capacidad de adoptar diversas formas, pero la certeza de saber que su forma original, su cuerno, su verdadera esencia, sólo la podía disfrutar él; la risa que compartían, pues hacía que Suaga desprendiera felicidad que le contagiaba a Trunck en cada momento; y por último, el sexo con el triga había sido hasta ahora increíble, ya que sabía perfectamente lo que debía hacer a cada instante para que el treico temblase y vibrase.

Solían hablar muchas veces en la cama, los dos desnudos mirándose fijamente: uno miraba el iris lila de Suaga, y el otro se perdía en el caos oscuro e infinito de Trunck.

- Yo tengo mi cuerno y el poder de hacer feliz a quien esté a mi lado, pero ¿tú qué sabes hacer? ¿Por qué existen los treicos en Aldebodal? Está claro que por mis dones La Suma Creadora me hizo para mantener la esperanza de la gente y que sus vidas solitarias y comunes se vuelvan especiales, pero ¿qué hace un treico?

Trunck se quedó pensativo... No sabía qué función le había asignado la Madre Aldebodal... Ni a él ni a ningún ser de su especie. Todo lo que sabía hacer estaba vinculado a su propio beneficio y placer. ¿Quizá como ejemplo de lo que no se debía hacer? Quizá como fuente de inspiración, o incluso también para hacer que las vidas de aquellos seres de los que se aprovechaba, dejasen de ser existencias absurdas, para pasar a ser vidas destrozadas, con irremediables secuelas emocionales, por el paso de un treico. Esto último le hizo gracia, pero sabía que no se encontraba en aquel pequeño planeta por ello.

- Nada, no se hacer nada para el bien común... y quizá tampoco para el bien individual... Sólo estoy aquí para darme placer a mí mismo, y dar rienda suelta a mis fantasías y deseos...

- ¡Qué mentiroso eres! - dijo Suaga en una explosión de carcajadas - Tú, Trunck, estás aquí para hacerme reír sin parar. Tienes el poder de hacerme sonreír a cada instante, y que con mi risa todo mi ser se recupere y coja fuerzas para seguir repartiendo felicidad. Estás aquí para salvarme la vida, y que yo esté para siempre en deuda contigo. Estás aquí... para complementarme!

Y fue entonces cuando Trunck se dio cuenta de que algo estaba cambiando en su vida, y de que algo estaba cambiando en él... porque la idea de estar en este planeta para cumplir dicha función... ¡le encantaba!