sábado, 26 de mayo de 2007

Lucha mientras caiga la lluvia. 21ª Parte

...Trunck le vio caer, como si el tiempo transcurriera a cámara lenta. Caía como una pluma mecida por el aire, sin fuerza, lánguido, sin resistencia, casi sin vida... Rápidamente, corrió a recogerle, antes de que tocara el suelo.


No le salían las palabras. Suaga le miraba, sin energía, cansado, pero tiernamente al tiempo. muy despacio, el triga levantó la mano y acarició la cara del treico. De sus liliáceos ojos brotaron las lágrimas. Iba a morir, no quería ya hacerse el fuerte. Tenía miedo, y a la vez era feliz, porque había podido dar la vida por el ser al que amaba y hacer que su existencia adquiriese mayor sentido.


- No hace falta que digas nada -dijo en un susurro Suaga, tras leer en la mente del treico su preocupación por buscar las palabras adecuadas al momento -. Gracias por hacerme sentir bien cada mañana, por olvidar mi condición, por tratarme como a un igual, por decirme que me quieres de corazón, sin pensar egoistamente, por regalarme besos sinceros, por entregarme tu alma poco a poco, por instalarte en mis pensamientos y no querer salir nunca más de ellos... -Suaga inspiró, como si le costase respirar-. Qué feliz me has hecho, cariño...

Y en ese instante sonrió, y sus ojos se perdieron en los de Trunck, para nunca volver. Su mano languideció, y su cuerno cayó al suelo, rodando hasta los pies descalzos de la Emperatriz.

De pronto, como un estallido, una tremenda honda expansiva surgió del cuerpo muerto del triga, que hizo que las ventanas estallasen y la lejana puerta del Salón Real se abriese de par en par. El tiempo había cambiado. A lo lejos se oía el retumbar de relámpagos y truenos, que anunciaban una tormenta.

- Lo siento - dijo la Emperatriz -. Debo hacer que se cumpla la ley, si no sería muy difícil gobernar un planeta - Trunck se giró para mirarla con furia, pero cual fue su sorpresa al descubrir, que la Emperatriz se había quitado la máscara, y dejaba ver su bello rostro color verde esmeralda. Era una hemosísima botany, con el cabello rubio, muy claro, recogido en una larga trenza. Pero no sólo fue esa la sorpresa, sino que al fijarse bien en su rostro, pudo ver como Endora lloraba-. Tienes poco tiempo para prepararte, pues ya todos vienen hacia aquí, pero espero que esto pueda ayudarte en tu empeño - Y dicho esto tomó el cuerno de Suaga, que aún estaba a sus pies, se acercó a Trunck, lo colocó sobre su frente y con la mayor dulzura le besó -. Él lo hubiese querido así...

Una tremenda energía recorrió todo el cuerpo del treico. Desde el primer al último músculo, los cinco sentidos, cada uno de sus recuerdos, sus creencias, todo su ser fue azotado por aquella extraña fuerza, que le hizo caer de espaldas. Cuando abrió los ojos, lo percibía todo de otra forma. Todo era igual, pero la forma de percibirlo era distinta. Tocó su frente, y en ella notó cómo un enorme cuerno se alzaba apuntando a lo más alto.

- Ahora debes ser rápido y aguantar luchando mientras caiga la lluvia - le dijo Endora, mientras se retiraba por una camuflada puerta junto al trono -. Sólo así conseguirás que ellos no se lo lleven.

Unas gotas de lluvia entraron por las ventanas rotas. Por una de ellas se asomó un pain (como el painco, pero más pequeño), que graznó haciendo patente su presencia. Por las demás ventanas comenzaron a asomarse distintos animales voladores, que parecían esperar a que el treico se apartase, para poder acceder a la sala. Un gaimuz (similar a los murciélagos terrestres), se lanzó hacia el cuerpo de Suaga, pero Trunck lo cogió del cuello al vuelo y lo mató. Todos los animales parecieron ofendidos ante aquello y como una tremenda ola, se lanzaron hacia donde se encontraba Trunck, junto al cuerpo sin vida de su amado.
Los picotazos arañazos venían de todas partes, pero su nueva condición, parecía haberle otorgado una enorme resistencia al dolor y una extraordinaria agilidad. No le era en absoluto difícil frenar cada golpe, o apartar al instante a cualquier ser que se acercaba a Suaga.
La lluvia entraba por las ventanas, ahora con mucha fuerza, y por la puerta pudo ver que a los seres voladores, se les unían grandes seres de la tierra, que corrían a por su parte preciada del triga. La felicidad y la alegría debe ser compartida, y todas aquellas bestias querían arrancar su parte, descuartizando a Suaga.
Luchó contra enormes monstruos alados que nunca hubiese creído que existieran. Peleó con hermosas criaturas, que engañaban con su candor, pero que no dudaban en atacar despiadadamente por conseguir su meta. Constantemente tenía que vigilar para que pequeños seres no se colaran entre sus piernas y consiguieran llegar hasta el cuerpo inerte del triga y en repetidas ocasiones sintió como las fuerzas le fallaban. Pero todo daba igual, debía mantenerse firme hasta que la lluvia parase, y así lo haría, aunque le fuese en ello la vida.

Por fin, tras ahogar con sus brazos a un enorme Kytubo, un rayo oxial le tocó la frente. Miró hacia los ventanales y vio como las nubes se alejaban, y Oxes brillaba inmenso en lo alto del cielo de Aldebodal. Se acercó al cuerpo de Suaga, y lo cogió, como un padre coge a su hijo cuando se ha quedado dormido y lo lleva en la noche a la cama, con gran delicadeza y dulzura. "Lo he conseguido, cariño. Te dije que lo haría, y así ha sido. Te quiero, y voy a quererte siempre".

No hay comentarios: