jueves, 17 de mayo de 2007

La Emperatriz, Endora 19ª Parte.

...De nuevo en aquella ciudad. Siempre pensó que nunca visitaría el Monte Daymantos. En él vivía la Emperatriz que acabó con la dictadura sizan, que en unos años consiguieron que Aldebodal se empobreciera y el miedo dominara la vida de muchos habitantes del pequeño planeta; la Soberana que intentaba mantener el bienestar de todos los pobladores de los dos continentes y las siete regiones, manteniendo el diálogo y la comunicación entre especies, y proporcionando en ella un intermediario.
Los triga no tenían que ver con eso. Se entendían con casi todo el mundo, bajo la forma que más se ajustaba a sus beneficios, y cuando los seres descubrían su naturaleza deseaban poseerles y que les colmasen de riquezas y dones, tocándoles con su fabuloso cuerno. Y ahora que sabía que esa imagen conciliadora de la Emperatriz, era todo una fachada, pues era igual de asesina que cualquier sizan, sólo que sus manos se mantenían limpias a costa de la mancha en las de otros, aquella ciudad de concordia había perdido todo interés.
Sin embargo era una ciudad curiosa. El suelo de key transparente, a través del cual se podía ver correr el Manantial Sirhi Okra, origen de los seis grandes ríos de las seis grandes regiones del pequeño Aldebodal. Con sus palacetes del mismo material que parecían delicadas casas de muñecas, que con un pellizco podrían romperse. Y el enorme palacio de la Soberana, también de key, que reflejaba la luz del astro que dominase a cada hora del día, y que desprendía irisaciones al reflejarse en él la luminosidad. Un palacio con siete largas torres y cinco puertas, tres anchas y dos cambiantes que variaban su posición, y por las que salía la Emperatriz cuando dejaba su cargo y de nuevo volvía a ser una botany más. No es nada nuevo que esto ocurriera, ya que todas las emperatrices anteriores a Endora abandonaban el palacio para recuperar en algún momento sus vidas como seres desconocidos y no públicos. Unas porque tenían una familia al margen de su vida política; otros porque eran aficionadas a la búsqueda de Algas Sonókhim en el río Edrev; otros gustaban de escalar a solas las escarpadas montañas de Sójor; y otras porque gustaban de tener escarceos amorosos fuera de su puesto como Generadora de Tranquilidad para los botany. Por este motivo la emperatriz siempre se mostraba en público con una máscara ritual, enrome que camuflaba sus facciones, o con una larga bufanda que envolvía su rostro, dejando ver sólo sus ojos. Nunca nadie podía saber la identidad real de la Emperatriz, para que pudiera tener una vida privada, lejos de su cargo.

Entraron en palacio y les condujeron hasta el salón de recepciones, donde sobre un trono también de key, aguardaba una figura. Suaga se acercó a Trunck y le cogió la mano, quien la rechazó violentamente. " Si sabe que hay algo entre nosotros, buscará hacernos más daño por ahí ", le dijo mentalmente al triga.
Conforme se fueron acercando por el largo pasillo que conducía hacia el trono, Suaga podía ir viendo mejor la figura de Endora. No era muy alta, llevaba una máscara similar a las de muchos pueblos africanos de la Tierra, pintada con colores blancos, rojos y negros, mostrando un ceño fruncido y una expresión de la boca malhumorada. Vestía con una tira de un material al que asemejaríamos aquí al cuero, que le cubría el pecho, y otra pieza algo mayor que la cubría en la parte inferior del tronco, también del mismo material y el mismo color. No calzaba ningún tipo de zapato, y una capa cubría uno de sus hombros y la mitad derecha de su cuerpo. En la mano izquierda sostenía un cetro largo que brillaba, como si una estrella estuviese alojada en uno de sus extremos. Según cuentan, los cuatro keslar que la entrenaron para la lucha contra los sizan, lo crearon introduciendo en él parte de su esencia.

Al llegar a una distancia prudente, los guardianes de la familia de la Emperatriz, les hicieron detenerse. En ese instante, Endora se puso en pie., y con paso firme se acercó al treico.

- ¿Alguna vez te faltó algo de lo que te prometí? - le preguntó. La voz sonó poderosa y grave, asexuada, pero contundente, y Suaga pudo observar que cuando Endora hablaba, la mascara parecía articular y cambiar de expresión-. ¿En algún momento te sentiste desatendido?

-No, mi señora - la máscara sonrió.

- Entonces quieres decirme por qué Tuimbus abandona el Monte Daymantos y se retira a un templo de la Familia del Inicio: "Para encontrar mi yo interno, mi verdadero yo, y escuchar sin oír, y hablar sin articular"; palabras textuales del sizan- Suaga sonrió y se sintió bien consigo mismo-. No debía ser así...

- ¿Por qué no? - la interrumpió Trunck-. Quizá este susto haya sido mejor solución que hacerle desaparecer...

- ¡Nooo! - interrumpió esta vez la Emperatriz-. Conozco a los sizan, he tenido que enfrentarme a ellos, y conocer bien sus mecanismos mentales para poder detenerlos. Tuimbus ahora tiene miedo y quiere encerrarse en un monasterio, pero dentro de dos días, abandonará la vida ascética, porque no podrá con ella, y querrá volver a traicionar al sistema actual. Porque si todo está en calma, si no hay un mínimo malestar, los sizan no pueden sentirse bien, se ahogan, se sienten intranquilos, nerviosos, y ellos mismos crean la discordia.

El silencio se adueñó de la estancia. La Emperatriz miró a Suaga.

- ¿Tú quién eres? ¿Y qué haces con este ser rastrero? ¿Correrás su misma suerte? Porque no sé si sabes... que la suerte de tu compañero... ya está echada...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay, no nos mantengas así en vilo... Qué va a pasar???

Oye, entonces te inspiras en Espronceda para escribir? ;-)