jueves, 31 de mayo de 2007

¡¡No se qué hacer!!


¡¡No se qué hacer!!, originally uploaded by aldebodal.

A aquellas personas que leen mi blog, aunque sólo sea de manera ocasional, me gustaría hacerles una pregunta: ¿Cómo queréis que acabe la historia de Trunck y Suaga? Yo tenía un final pensado desde que empecé a escribir, pero determinadas conversaciones me hacen pensar, si no sería mejor otro final. En el colegio, la metodología que empleamos es de continua escucha al alumn@ intentando proporcionarle lo que le motiva, interesa y gusta, para que aprenda mejor. Pues bien, así quiero que sea mi trocito de Aldebodal: ¿Cómo os gustaría que acabase el relato? Trágicamente, felizmente, lacrimosamente, cómicamente (esta idea no me gusta mucho, pero bueno), no se, ¿cómo se os ocurre que podría acabar? Escribidme comentarios y yo haré un mix con todo lo que me digáis, o valoraré y daré un final a esta historia ¿Qué os parece? En vuestras manos dejo que Trunck no deje de llorar recordando al amor de su vida o que de alguna manera sea capaz de traerle a la vida...


sábado, 26 de mayo de 2007

Lucha mientras caiga la lluvia. 21ª Parte

...Trunck le vio caer, como si el tiempo transcurriera a cámara lenta. Caía como una pluma mecida por el aire, sin fuerza, lánguido, sin resistencia, casi sin vida... Rápidamente, corrió a recogerle, antes de que tocara el suelo.


No le salían las palabras. Suaga le miraba, sin energía, cansado, pero tiernamente al tiempo. muy despacio, el triga levantó la mano y acarició la cara del treico. De sus liliáceos ojos brotaron las lágrimas. Iba a morir, no quería ya hacerse el fuerte. Tenía miedo, y a la vez era feliz, porque había podido dar la vida por el ser al que amaba y hacer que su existencia adquiriese mayor sentido.


- No hace falta que digas nada -dijo en un susurro Suaga, tras leer en la mente del treico su preocupación por buscar las palabras adecuadas al momento -. Gracias por hacerme sentir bien cada mañana, por olvidar mi condición, por tratarme como a un igual, por decirme que me quieres de corazón, sin pensar egoistamente, por regalarme besos sinceros, por entregarme tu alma poco a poco, por instalarte en mis pensamientos y no querer salir nunca más de ellos... -Suaga inspiró, como si le costase respirar-. Qué feliz me has hecho, cariño...

Y en ese instante sonrió, y sus ojos se perdieron en los de Trunck, para nunca volver. Su mano languideció, y su cuerno cayó al suelo, rodando hasta los pies descalzos de la Emperatriz.

De pronto, como un estallido, una tremenda honda expansiva surgió del cuerpo muerto del triga, que hizo que las ventanas estallasen y la lejana puerta del Salón Real se abriese de par en par. El tiempo había cambiado. A lo lejos se oía el retumbar de relámpagos y truenos, que anunciaban una tormenta.

- Lo siento - dijo la Emperatriz -. Debo hacer que se cumpla la ley, si no sería muy difícil gobernar un planeta - Trunck se giró para mirarla con furia, pero cual fue su sorpresa al descubrir, que la Emperatriz se había quitado la máscara, y dejaba ver su bello rostro color verde esmeralda. Era una hemosísima botany, con el cabello rubio, muy claro, recogido en una larga trenza. Pero no sólo fue esa la sorpresa, sino que al fijarse bien en su rostro, pudo ver como Endora lloraba-. Tienes poco tiempo para prepararte, pues ya todos vienen hacia aquí, pero espero que esto pueda ayudarte en tu empeño - Y dicho esto tomó el cuerno de Suaga, que aún estaba a sus pies, se acercó a Trunck, lo colocó sobre su frente y con la mayor dulzura le besó -. Él lo hubiese querido así...

Una tremenda energía recorrió todo el cuerpo del treico. Desde el primer al último músculo, los cinco sentidos, cada uno de sus recuerdos, sus creencias, todo su ser fue azotado por aquella extraña fuerza, que le hizo caer de espaldas. Cuando abrió los ojos, lo percibía todo de otra forma. Todo era igual, pero la forma de percibirlo era distinta. Tocó su frente, y en ella notó cómo un enorme cuerno se alzaba apuntando a lo más alto.

- Ahora debes ser rápido y aguantar luchando mientras caiga la lluvia - le dijo Endora, mientras se retiraba por una camuflada puerta junto al trono -. Sólo así conseguirás que ellos no se lo lleven.

Unas gotas de lluvia entraron por las ventanas rotas. Por una de ellas se asomó un pain (como el painco, pero más pequeño), que graznó haciendo patente su presencia. Por las demás ventanas comenzaron a asomarse distintos animales voladores, que parecían esperar a que el treico se apartase, para poder acceder a la sala. Un gaimuz (similar a los murciélagos terrestres), se lanzó hacia el cuerpo de Suaga, pero Trunck lo cogió del cuello al vuelo y lo mató. Todos los animales parecieron ofendidos ante aquello y como una tremenda ola, se lanzaron hacia donde se encontraba Trunck, junto al cuerpo sin vida de su amado.
Los picotazos arañazos venían de todas partes, pero su nueva condición, parecía haberle otorgado una enorme resistencia al dolor y una extraordinaria agilidad. No le era en absoluto difícil frenar cada golpe, o apartar al instante a cualquier ser que se acercaba a Suaga.
La lluvia entraba por las ventanas, ahora con mucha fuerza, y por la puerta pudo ver que a los seres voladores, se les unían grandes seres de la tierra, que corrían a por su parte preciada del triga. La felicidad y la alegría debe ser compartida, y todas aquellas bestias querían arrancar su parte, descuartizando a Suaga.
Luchó contra enormes monstruos alados que nunca hubiese creído que existieran. Peleó con hermosas criaturas, que engañaban con su candor, pero que no dudaban en atacar despiadadamente por conseguir su meta. Constantemente tenía que vigilar para que pequeños seres no se colaran entre sus piernas y consiguieran llegar hasta el cuerpo inerte del triga y en repetidas ocasiones sintió como las fuerzas le fallaban. Pero todo daba igual, debía mantenerse firme hasta que la lluvia parase, y así lo haría, aunque le fuese en ello la vida.

Por fin, tras ahogar con sus brazos a un enorme Kytubo, un rayo oxial le tocó la frente. Miró hacia los ventanales y vio como las nubes se alejaban, y Oxes brillaba inmenso en lo alto del cielo de Aldebodal. Se acercó al cuerpo de Suaga, y lo cogió, como un padre coge a su hijo cuando se ha quedado dormido y lo lleva en la noche a la cama, con gran delicadeza y dulzura. "Lo he conseguido, cariño. Te dije que lo haría, y así ha sido. Te quiero, y voy a quererte siempre".

jueves, 24 de mayo de 2007

Te dije que te quería. 20ª Parte

...Suaga miró a Trunck, como esperando una autorización. Igual que los niños buscan la mirada complacida y tranquila de los padres cuando un adulto extraño les ofrece un caramelo.

- Yo soy Suaga. y aunque Trunck no quiera que lo diga, soy su compañero. Soy quien le ha hecho sonreír una mañana cualquiera sin motivo aparente; quien le hace temblar cuando las lágrimas asoman a mis ojos; soy quien se estremece cuando no le siente cerca; aquel que ha sido capaz de captar su atención más de una noche, a pesar de lo muy diferentes que somos; soy la dulzura que no existiría sin el amargo; soy un triga enamorado, ni más ni menos que, de un treico.

- ¡Qué bonito! - dijo la Emperatriz "máscara", con un tono burlón-. Tu querido hizo un pacto conmigo, mediante el cuál debía realizar determinadas labores que yo, como Regente de los Botany en este planeta, no podía llevar a cabo...

- ¡Todo eso ya lo se! - la interrumpió Suaga.

- ¡Qué interesante! - dijo Endora mirando a Trunck - Le has elegido con caracter... Buena elección. Por lo tanto sabrás que debe ahora pagar su fallo con la vida.

- Él no es el culpable de su herror, si no yo.

- ¡Calla, Suaga!- gritó el treico.

- ¡No! Yo te seguí a pesar de tus advertencias, e hice que no realizaras tu trabajo. Si alguien tiene que asumir la responsabilidad de todo esto, soy yo. Emperatriz de Aldebodal, asumo mi culpa y te ruego me cambies a mí por Trunck.

- ¡Estás loco! - dijo el treico levantándose y acercándose al triga-. ¿Quieres morir? Yo firmé el aucerdo, yo pagaré.

- Si no hubiera sido por mí, todo esto no estaría sucediendo. Eres el mejor, no tendrías que haber errado.

- No hagas esto por mí, Suaga, con esto no se juega...

- ¡Me parece justo! - interrumpió la Emperatriz-. ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

- Sí

- ¡No, no lo está! - decía Trunck mientras sentía que las otras dos figuras implicadas y allí presentes le ignoraban.

- Sólo tienes que tocar el Corazón de Aldebodal y decirlo en voz alta - dijo la Emperatriz ofreciéndole la luz de su cetro.

- No pienso dejarte tocarla, Suaga, tendrás que pasar sobre mí - y se situó entre la luz y los ojos lila del triga.

El cuerno de Suaga creció y brilló, tras lo que adoptó la forma de un fuerte grurg (especie de botany de gran tamaño, extraordinaria fuerza y piel rocosa), tomó a Trunck por el cuello y lo levantó del suelo. Con la otra mano se acercó a la Emperatriz y tocó el Corazón de Aldebodal. Y mirando de lleno al caos de los ojos del treico dijo:

- Yo, el triga Suaga, asumo las responsabilidades tomadas por Trunck el treico, en el contrato que firmó con Endora, Emperatriz de Aldebodal, Regente del bienestar de todo Botany, Guardiana de la Concordia y la Paz entre los pueblos de Aldebodal.

Una pequeña explosión de luz pareció sellar el contrato. Suaga bajó a Trunck, que cayó de rodillas al suelo con la mirada perdida en el infinito. El triga, con su aspecto normal, abrazó al desconsolado treico.

- ¿Por qué? ¿Por qué me has hecho esto? No sabré vivir sin ti. Ahora que has cambiado mi vida, no sabré pasar los días con tu ausencia. Nada me importa matar, nada me importa ver que la gente muere, pero no puedo imaginar cómo puede ser la vida sin ti, que las leyes de la naturaleza se hagan efectivas en ti, el bien de mis días, la sonrisa de mi mañana, el beso que se despide de mí cada noche, el abrazo cariñoso en cada regreso... Tú que representas todo lo que nunca había conocido y me fue concedido a raudales. Tú tifón de buenos pensamientos, buenos sentimientos, ¿qué voy a hacer si me faltas?

- Lo mismo que hubiese tenido que hacer yo, si tú me hubieras faltado. Mirar adelante, y que todo lo que has aprendido conmigo no se pierda. Haz que todos cuantos te rodean, sean felices, como si un nuevo triga hubiese nacido en ti, cuando yo parta.

- ¡No quiero! Eso lo teníamos que haber hecho juntos... ¿Por qué lo has hecho?...

- Porque te dije que te quería, y sin duda, es mejor vivir, que no existir...

- ¡Suaga! - interrumpió Endora-. Debes cumplir con tu recién adquirido acuerdo -. El triga besó los labios del treico, y se besaron como nunca lo habían hecho. Todo su amor se plasmó en aquel beso. Si aún les hubiese quedado alguna duda sobre lo que sentían el uno por el otro, aquel beso lo aclaró todo, les enamoró más, les hizo sentirse mucho más felices de haberse conocido. Suaga se levantó, pero Trunck no le soltaba la mano. Se miraron muy dulcemente y resignado le soltó -.¿ Quieres que se encargue uno de mis guardianes, o lo haces tú mismo?

- Yo sólo puedo - y dicho esto hizo crecer de nuevo su cuerno, lo agarró con las dos manos y con un fuerte tirón lo arrancó de su frente...

jueves, 17 de mayo de 2007

La Emperatriz, Endora 19ª Parte.

...De nuevo en aquella ciudad. Siempre pensó que nunca visitaría el Monte Daymantos. En él vivía la Emperatriz que acabó con la dictadura sizan, que en unos años consiguieron que Aldebodal se empobreciera y el miedo dominara la vida de muchos habitantes del pequeño planeta; la Soberana que intentaba mantener el bienestar de todos los pobladores de los dos continentes y las siete regiones, manteniendo el diálogo y la comunicación entre especies, y proporcionando en ella un intermediario.
Los triga no tenían que ver con eso. Se entendían con casi todo el mundo, bajo la forma que más se ajustaba a sus beneficios, y cuando los seres descubrían su naturaleza deseaban poseerles y que les colmasen de riquezas y dones, tocándoles con su fabuloso cuerno. Y ahora que sabía que esa imagen conciliadora de la Emperatriz, era todo una fachada, pues era igual de asesina que cualquier sizan, sólo que sus manos se mantenían limpias a costa de la mancha en las de otros, aquella ciudad de concordia había perdido todo interés.
Sin embargo era una ciudad curiosa. El suelo de key transparente, a través del cual se podía ver correr el Manantial Sirhi Okra, origen de los seis grandes ríos de las seis grandes regiones del pequeño Aldebodal. Con sus palacetes del mismo material que parecían delicadas casas de muñecas, que con un pellizco podrían romperse. Y el enorme palacio de la Soberana, también de key, que reflejaba la luz del astro que dominase a cada hora del día, y que desprendía irisaciones al reflejarse en él la luminosidad. Un palacio con siete largas torres y cinco puertas, tres anchas y dos cambiantes que variaban su posición, y por las que salía la Emperatriz cuando dejaba su cargo y de nuevo volvía a ser una botany más. No es nada nuevo que esto ocurriera, ya que todas las emperatrices anteriores a Endora abandonaban el palacio para recuperar en algún momento sus vidas como seres desconocidos y no públicos. Unas porque tenían una familia al margen de su vida política; otros porque eran aficionadas a la búsqueda de Algas Sonókhim en el río Edrev; otros gustaban de escalar a solas las escarpadas montañas de Sójor; y otras porque gustaban de tener escarceos amorosos fuera de su puesto como Generadora de Tranquilidad para los botany. Por este motivo la emperatriz siempre se mostraba en público con una máscara ritual, enrome que camuflaba sus facciones, o con una larga bufanda que envolvía su rostro, dejando ver sólo sus ojos. Nunca nadie podía saber la identidad real de la Emperatriz, para que pudiera tener una vida privada, lejos de su cargo.

Entraron en palacio y les condujeron hasta el salón de recepciones, donde sobre un trono también de key, aguardaba una figura. Suaga se acercó a Trunck y le cogió la mano, quien la rechazó violentamente. " Si sabe que hay algo entre nosotros, buscará hacernos más daño por ahí ", le dijo mentalmente al triga.
Conforme se fueron acercando por el largo pasillo que conducía hacia el trono, Suaga podía ir viendo mejor la figura de Endora. No era muy alta, llevaba una máscara similar a las de muchos pueblos africanos de la Tierra, pintada con colores blancos, rojos y negros, mostrando un ceño fruncido y una expresión de la boca malhumorada. Vestía con una tira de un material al que asemejaríamos aquí al cuero, que le cubría el pecho, y otra pieza algo mayor que la cubría en la parte inferior del tronco, también del mismo material y el mismo color. No calzaba ningún tipo de zapato, y una capa cubría uno de sus hombros y la mitad derecha de su cuerpo. En la mano izquierda sostenía un cetro largo que brillaba, como si una estrella estuviese alojada en uno de sus extremos. Según cuentan, los cuatro keslar que la entrenaron para la lucha contra los sizan, lo crearon introduciendo en él parte de su esencia.

Al llegar a una distancia prudente, los guardianes de la familia de la Emperatriz, les hicieron detenerse. En ese instante, Endora se puso en pie., y con paso firme se acercó al treico.

- ¿Alguna vez te faltó algo de lo que te prometí? - le preguntó. La voz sonó poderosa y grave, asexuada, pero contundente, y Suaga pudo observar que cuando Endora hablaba, la mascara parecía articular y cambiar de expresión-. ¿En algún momento te sentiste desatendido?

-No, mi señora - la máscara sonrió.

- Entonces quieres decirme por qué Tuimbus abandona el Monte Daymantos y se retira a un templo de la Familia del Inicio: "Para encontrar mi yo interno, mi verdadero yo, y escuchar sin oír, y hablar sin articular"; palabras textuales del sizan- Suaga sonrió y se sintió bien consigo mismo-. No debía ser así...

- ¿Por qué no? - la interrumpió Trunck-. Quizá este susto haya sido mejor solución que hacerle desaparecer...

- ¡Nooo! - interrumpió esta vez la Emperatriz-. Conozco a los sizan, he tenido que enfrentarme a ellos, y conocer bien sus mecanismos mentales para poder detenerlos. Tuimbus ahora tiene miedo y quiere encerrarse en un monasterio, pero dentro de dos días, abandonará la vida ascética, porque no podrá con ella, y querrá volver a traicionar al sistema actual. Porque si todo está en calma, si no hay un mínimo malestar, los sizan no pueden sentirse bien, se ahogan, se sienten intranquilos, nerviosos, y ellos mismos crean la discordia.

El silencio se adueñó de la estancia. La Emperatriz miró a Suaga.

- ¿Tú quién eres? ¿Y qué haces con este ser rastrero? ¿Correrás su misma suerte? Porque no sé si sabes... que la suerte de tu compañero... ya está echada...

miércoles, 16 de mayo de 2007

Dos días. 18ª Parte

...Llevaban dos días huyendo. Tras resucitar Tuimbus, ambos volvieron a casa rápidamente. Trunck no quería perder ni un segundo más en aquel lugar. Sabía que la Emperatriz le buscaría para rendir cuentas y quería volver a casa para recoger algunas cosas y perderse en Aldebodal. Que nadie supiese donde estaba. Pero ya llegando a su hogar, ambos notaron que algo fallaba. El aire olía distinto, y los árboles parecían moverse de forma extraña, como si les quisieran avisar de lo que se encontrarían al llegar.
Descendieron y subieron andando el monte boscoso donde se situaba el palacio del treico. En la puerta había dos guardias de la Familia de la Emperatriz, y en los balcones se podían ver varios haciendo guardia. Les estaban esperando, o mejor dicho, esperaban el regreso de Trunck.

- ¿Qué tipo de pacto hiciste en el pasado? - le preguntó Suaga, en voz baja.

- Me convertía en el asesino de la Emperatriz. Gozaría de privilegios e inmunidad, en todo trabajo que ella me encomendara, así como de riquezas suministradas por la gran Endora. Asumía el papel sucio que ella no podía llevar a cabo y viviría como nadie en Aldebodal soñó jamás, pero con la condición de no fallar ni ser visto. Si esto ocurría, lo pagaría con mi vida.

- ¿Y cómo pudiste aceptar?

- Soy el mejor, nunca he fallado, ni lo hubiera hecho esta vez, si tú no tuvieses conciencia, ni ética, ni sentimientos positivos hacia los demás seres vivos, ni curiosidad - dijo con un tono de voz, que claramente sonó a reproche.

Al analizar la situación, decidieron dar la vuelta y marcharse a cualquier lugar que no fuera aquel palacio. Una opción era marchar al Continente Aco, donde residían los Sizan. Pero era un lugar deprimente y árido, lleno de peligro y muerte, no era un lugar agradable para pasar una temporada. Así que decidieron recorrer Aldebodal, buscando a las Seis Criaturas Legendarias. Cada Región posee una leyenda sobre un ser mitológico que en su día tuvo algún contacto con la Madre Aldebodal por lo que conceden dones, sanan, auguran el futuro, hacen profecías, o ayudan en casos extremos a quien se lo pide. Son la Hechicera Enarte, en la Región de Sedrev, Ardif y Dogei en Sollirhama, el Pozo de la Cautiva en Sluça, el Ángel sin alas en Sod-Ärom, Haub la bestia en Sójor y las Hermanas Oyepseia en Sajnaran.
Decidieron que el primer destino sería Sedrev, y la enigmática Hechicera de los recién nacidos. Y no por nada en particular, sino por ser uno de los mitos preferidos de Trunck y Sauga.

En un día llegaron a la región del río Edrev, allí comenzron a preguntar sobre la hechicera y cada botany le contaba una cosa. Todas las historias similares, pero ninguna igual, y todas diferían principalemente, en el lugar donde se podía encontrar a Enarte. Fueron dos días memorables: el viaje a lomos de un Suaga-Galaiko, sobre el que se recostaba Trunck y acariciaba dulcemente, cómplices ya en esta huida; las anécdotas de los botany nativos de Sedrev, la risa, el descanso en los bosques junto a ríos que les arrullaban con el sonidos de sus corrientes; el amargo sabor de la incertidumbre, mezclado con el intenso aroma del amor y el dulce de los frutos que las plantas les regalaban, la tranquilidad de tenerse el uno al otro, truncada por pequeños instantes de incertidumbre.

Pero una tarde mientras inspeccionaban una cueva para pasar la noche, unos ruidos en la boca de la caverna les alertaron de que algo ocurría. Era el sonido de una multitud, de un ejército, de numerosas botas caminando y corriendo a la vez, de alientos cansados de buscar lo que no encuentran. Veinte soldados de la Familia de la Emperatriz cortaron el paso a los amantes. Suaga tomó la forma de un Kytubo, uno de los animales más grandes y fuertes de todo el planeta, similar a un oso. Ambos se miraron, y no necesitaron más explicación, se lanzaron a luchar contra aquellos infelices.
Trunck luchaba con sus manos, poderosas y letales, mientras Suaga se defendía con zarpados, mordiscos y fuertes golpes. Pero si algo caracteriza a los guardianes que les atacaban era su perfecta forma física y su maestría en la lucha, por lo que la huida parecía cada vez más improbable.
De pronto, uno de los ágiles soldados consigue subirse a lomos de Sauga y propinarle un golpe en la espalda que hace al triga perder el control de sus extremidades y después el conocimiento. Al verlo, Trunck deja de luchar y cubre con su cuerpo el de su compañero, extendiendo las manos y gritando:

- ¡Basta! ¡Me entrego! La Emperatriz de Aldebodal quiere mi vida y no retardaré más el momento. Pero a él dejadle. No hizo ningún pacto, tiene las manos y la conciencia limpias.

- Tenemos órdenes de llevaros a los dos, ante la presencia de Endora.

Aquello le cayó como un jarro de agua fría. ¿Por qué? ¿Para qué? Trunck se volvió hacia el triga y vio una imagen muy similar a la primera vez que lo encontró en el bosque, lo que hizo que todo su ser temblara de tristeza y miedo a la pérdida...

domingo, 13 de mayo de 2007

Suaga, ¿qué has hecho? 17ª Parte

... Suaga cogió al desdichado entre sus brazos, mientras lo miraba con sus ojos lila, empañados en lágrimas. Ya no estaba allí. Aquello que tenía entre las manos era una masa extraña, con la forma de Tuimbus Teydoj, pero no era él, se había apagado. Es extraño tener entre las manos algo muerto, sobre todo si son seres pertenecientes a la fauna, y en algunos casos de la flora, de Aldebodal. Al principio sigue blando, pero poco a poco se va quedando duro, rígido y frío, y toma una textura extraña.

- Taicomos me pidió que no te juzgara, si algún día averiguaba lo que hacías en tus viajes - dijo en un susurro, sin dejar de mirar al difunto -. Pero creo que esto me supera - Miró fijamente a Trunck, quien le miraba con los ojos perdidos y el rostro muy sorprendido al ver al triga en aquella habitación.

- ¿Por qué me has seguido? ¿Por qué lo has hecho? ¡Esto no lo debías saber! ¡No te quería involucrar en este mundo oscuro y hediondo, del que no puedo salir!

- ¿Cómo? ¿Cómo llegaste a esto? ¿Cómo empezó todo?

- No lo se. No lo recuerdo. Tengo muchos años y muchas muertes a mi espalda. Puede que desde que nacen los treicos estén preparados para ser asesinos, despiadados, crueles, rastreros, odiosos y encantadores, despreciables seres que se sirven de lo que les rodea para destruirlo y hacer que vivan infelices...

- ¡No te lo crees ni tú, todo eso que dices! - respondió Suaga de forma automática, como si un resorte le hubiese hecho saltar -. Tú que me haces sentir el único ser del mundo, tú que me cuidas cada día como a un tesoro, tú que bromeas con Taicomos y haces que un anciano que ha visto tanto se sienta feliz y en su hogar, los últimos años de su vida; tú que no soportas verme llorar, que no puedes llegar a imaginar que cuando muera las fuerzas de la naturaleza destruyan mi cuerpo, tú que no quieres involucrarme en esto para protegerme de la realidad del mundo que me rodea... ¿Tú dices que eres un ser despreciable?

Una lágrima negra se escapó de los ojos infinitos de Trunck, y manchó el suelo al que miraba avergonzado.

- Tú no eres esto, si no quieres ser lo, pero nunca nadie te lo había dicho antes. Y esto lo voy a arreglar ahora. ¡Tápate de nuevo la cara! - le dijo al treico quien le obedeció a pesar de su perplejidad.

Suaga tomó la forma de una betano, una especie de pantera color morado, con aspecto humanoide, y enormes alas fucsia de insecto. Existe la creencia en Aldebodal, de que las betano son mensajeras entre los seres vivos de Aldebodal y la Madre Creadora, y en momentos de verdadera necesidad, se aparecen para recibir o dar algún mensaje.
El cuerno del triga creció, y comenzó a brillar sobre manera. Tanto, que Trunck se vio obligado a mirar hacia otro lado, a pesar de estar acostumbrado al candor del cuerno de Suaga. La habitación entera resplandecía, sólo se podía ver luz. El triga agachó la cabeza y tocó el pecho del muerto con su apéndice.
De pronto como si una bocanada de aire volviera a recorrer los pulmones de Tuimbus, éste abrió la boca, dejando que la vida recorriera de nuevo su gordo y purpúreo cuerpo. Sus ojos abiertos de par en par, miraban desorbitados en todas direcciones, hasta que se frenaron en lo que él pensaba que era una betano.

- La Gran Madre Aldebodal te concede una segunda oportunidad. Sé ejemplo, y disfruta del regalo que se te otorga- dijo Suaga con voz tranquilizadora y felina.
Tras esto, la luz de su cuerno se apagó y todo quedó en la más oscura penumbra, lo que aprovechó para coger a Trunck del brazo y salir corriendo allí.

Ya fuera del palacete, sobre el suelo transparente, con el Manantial Sirhi Okra como testigo, Trunck, aún sin haber recobrado el aliento, tomó a Suaga de los hombros, muy alterado.

- ¿Qué has hecho, Suaga? ¿Sabes quién quería la muerte de ese ser? ¿Sabes a quién acabas de desafiar?

- Supongo que a una gran familia Sizan, con ansias de venganza, pero no me importa, nosotros unidos podemos hacer frente a todo, y más con la Emperatriz de nuestro lado. Si nos intentan hacer algo, ella nos defenderá y ayudará a luchar contra los Sizan...

- ¡Qué ingenuo eres! - exclamó Trunck moviendo al cabeza-. Ella es mi jefa. Es ella quien envía al painco, ¿si enviase a un ser dulce y angelical crees que impondría tanto respeto? Su Alteza Endora me encargó acabar con la vida de ese hombre, que ahora que goza de todo privilegio está pensando en volver a traicionar al bando en el que se encuentra - miró tristemente a Suaga y en un susurro, acercándose mucho al triga dijo -, y será ella quien, por el pacto que hace mucho hicimos, reclame mi vida...