viernes, 16 de febrero de 2007

La historia de Suaga. 8ª Parte

- ¿Jugamos? - preguntó Trunck al triga, mientras preparaba algo de comer en una enorme cocina de leña.

- Vale, ¿a qué?

- Yo te pregunto algo y tú me contestas lo primero que pienses, y cuando te canses cambiamos.

Suaga asintió con la cabeza. Trunck se giró para comenzar a jugar, y ahí estaba ese ser extraño. Y no porque fuera feo o diferente o cualquier aspecto negativo que se pueda dar a la palabra extraño, sino ese ser que descolocaba su vida y que no sabía cómo conseguía hacerlo. La luz entraba por uno de los grandes ventanales de la enorme cocina del palacio iluminándole el rostro y su precioso cuerno, ahora mucho más corto que la noche anterior, pero brillante como una joya.

- ¿Un color? - El rosa.

- ¿Un olor? - La hierba mojada.

- ¿Obsel u Onokim? - Obsel.

- ¿Un animal? - Los treicos - y sonrió pícaramente. Trunck también sonrió y levantó una ceja, con aquella actitud jocosa, el triga llegaría donde quisiera.

- ¿Dónde naciste? -Suaga le miró sobresaltado. Aquello no era una pregunta para no pensar y responder rápidamente, era una pregunta seria y formal. No obstante, le apetecía contarlo.

- Los triga, cuando deseamos ser padres, generamos una semilla que debemos plantar en algún sitio importante. Esto no quiere decir que lo hagamos en el palacio de la Emperatriz de los Botany, ni en el nacimiento del río Od-Ärom, sino en algún lugar que para el triga que desea ser padre, signifique algo trascendente - miró a Trunck y comprendió que quizá no se hubiera explicado muy bien -. Por ejemplo, mi progenitora llegó un atardecer a un precioso cañón en el borde de un frondoso bosque, con el cauce de Edrev
a sus pies, y desde el cual se podía ver toda la llanura de la región de Sedrev, dejándose acariciar por los últimos rayos de Okses. Fue tan hermoso lo que vio que en ese mismo instante deseó ser madre, y decidió que todos sus hijos debían nacer allí, para que lo primero que vieran fuese aquella maravillosa tierra. Así que allí mismo, plantó cuatro de sus semillas, una cada año, de las cuales crecieron cuatro enormes plantas, una cada año, de cuatro colores distintos. La primera semilla que germinó, produjo una planta color violeta. En la estación de la Eclosión, brotó una enorme flor, también violeta, y de ella nació Sureiko, mi hermano mayor.
Al año siguiente, junto a la primera planta, enterró una segunda semilla, ayudada por el pequeño Sureiko. La semilla germinó y de ella creció una planta azul claro. De nuevo en la Eclosión, floreció y de ella nació Sutawen, mi hermana mayor. La tercera semilla germinó, pero no llegó a crecer, pues fue un año de sequía en Sedrev y a penas llovió.
Y de la cuarta semilla, germinó una planta rosa, y de ella salió una flor y de esa flor nací yo, Suaga, el pequeño de tres hermanos -estiró los brazos y sonrió mucho, dando a entender que había terminado su relato-.

- ¿Y vivíais juntos o cuando nacisteis os tuvisteis que buscar la vida solos? - preguntó el treico.

- Durante los cuatro primeros años vivimos con nuestros progenitores, y si tenemos hermanos también con ellos. A los cuatro años nos independizamos por temporadas, a modo de prueba de madurez, y alrededor de los seis años lo hacemos totalmente. Por norma general, no volvemos a ver a ningún miembro de la familia una vez que nos independizamos de ella, sin embargo, nuestros progenitores nos vigilan de cerca, saben cómo estamos y nos ayudan en caso de que nos suceda algo grave- volvió a sonreír, de nuevo había terminado.

- ¿Dónde soléis vivir los triga?

- Somos nómadas, no tenemos una residencia fija, ya que somos una especie perseguida por aquellos que ansían ser felices. Muchos de mis congéneres han acabado encerrados en jaulas obligados a conceder felicidad y a trabajar como espía, gracias a nuestra facilidad para adoptar distintas figuras corporales - una lágrima cayó por la mejilla de Suaga, dando así la señal de salida a muchas más -. Sin embargo, los triga no podemos estar encerrados, fuimos creados para amar y ayudar, y no para ser de uso privado, a menos que así lo decidamos nosotros... Como nos suele pasar cuando nos salvan la vida... - secándose las furtivas lágrimas, sonrió y miró a Trunck, con los ojos tristes, quien le miraba algo asustado ya que no podía soportar ver llorar. No porque le horrorizara, sino porque no comprendía el motivo del llanto, ¿por qué los seres de Aldebodal lloraban?-. Lo siento - se disculpó Suaga, limpiándose la cara-, cuando hablo del sufrimiento de los míos, me da por llorar - y tristemente sonrió-.

- ¿Qué te ocurrió en el bosque?

- Uno de esos seres que ansían la felicidad, me venía siguiendo la pista desde hacía tiempo, y aquel día decidió darme caza, mientras volaba en forma de zaido. Caí en picado, y al ir a recogerme, pensó que me había matado y me dejó allí tirado. Lo que no sabía era que, cuando un triga muere, la Gran Madre Aldebodal tiembla, avisando a todos los seres vivos que estén cerca de que un ser de bondad pura ha muerto, para que acudan a él y tomen una parte de esa bondad.

- No he entendido esto último - dijo Trunck.

- Cuando yo muera, la tierra retumbará, y los animales y plantas que haya cerca vendrá a mí a tomar parte de mi bondad... Parte de mi... De mi cuerpo.

- ¿Quieres decir que te "descuartizarán"? - preguntó asombrado el treico.

- Es una forma muy fea de decirlo, pero la felicidad debe ser compartida y la bondad no puede ser corrompida por la muerte...

1 comentario:

Anónimo dijo...

uhm... jacobito, esto se va desarrollando, pero tus admiradores queremos aún más "chicha". Lo último que ha contado el triga hace preveer su final????

Un besazo y a ver cuándo nos pasas más capítulos. ;)))