lunes, 12 de febrero de 2007

Promesa cumplida. 6ª Parte

... Se acercó lentamente, sin prisa, sabía que aquel era el momento y quería disfrutar de cada instante. La luz que entraba por la ventana del fondo del pasillo e iluminaba el color granate de las paredes, la larga alfombra con motivos de plantas en el suelo, llena de colores, que parecían señalar la habitación y el camino a seguir por el treico, el delicioso perfume que le envolvía y le hacía tener más y más ganas de entrar en la estancia...
Entró y cerró las puertas. La habitación estaba a oscuras, negra, como si el caos se hubiese adueñado del lugar. Ni siquiera se atrevía a entrar la luz por la rendija de la puerta. Trunck no veía a Suaga, pero le percibía, podía sentirle cerca, escuchaba su respiración, notaba su presencia que se movía lentamente por la habitación reconociéndole, mirándole...

- "¡Hola! - de nuevo lo escuchó en su cabeza, esta vez muy suave, muy dulce, envolvente -. Gracias por todo lo que has hecho por mí, me has salvado la vida y me has hecho sentir muy bien en tu compañía, ahora es justo que yo satisfaga tus deseos y cumpla mi palabra - Una enorme sonrisa fue aflorando lentamente en la cara del treico -. Dime, ¿que te gustaría que hiciera por ti?"

- ¿Acaso tengo que decírtelo? - Dijo Trunck en voz alta. No quería emplear la telepatía, era lo que siempre hacía con el resto de los seres que "usaba", y Suaga era especial. No era necesario que le embaucase con lindezas, esta batalla ya estaba ganada, sólo tenía que ejecutarse la resolución.

- "Como buen treico que eres, estás deseando poseerme, ¿verdad? - la sonrisa de Trunck creció aún más -. Sabes que puedo adoptar la forma que prefieras. Puedo ser una Sunev, delicada y sumisa, de las lagunas de Säjanran, que con sólo un beso suyo pueden hacerte delirar - Trunck sintió una caricia en la nuca, una caricia fría en el inicio y dulce y cálida al final -. Puedes tener a un Krigna, fornido y severo, de las cuevas de Sodárom, que a través del sufrimiento consiguen llegar a una nueva forma de placer - un pequeño mordisco en la oreja le hizo dejar escapar un gemido de puro placer -. O quizá prefieras una ardorosa o ardoroso guerrero Glank de las montañas de Sójor, quienes dejan extenuados a sus amantes, pues no son capaces de satisfacer su insaciable lívido - un beso llegó a sus labios sonrientes, y en la despedida un pequeño mordisco se alojó en sus comisuras -. Dime Trunck... ¿Qué deseas?"

- Sólo a ti. Algo de eso que me ofreces ya lo he poseído, incluso muchas otras experiencias más, pero nunca he tenido un triga entre mis brazos, nunca un ser puro y bondadoso al extremo, nunca he tocado el cuerno que otorga la felicidad. Eso quiero, y nada más.

Un tímido destello comenzó a brillar, y poco a poco se convirtió en un deslumbrante torrente de luz, que cegó al treico, y le hizo caer de espaldas. Cuando consiguió abrir los ojos, sentado sobre él, desnudo, vio a Suaga, pero esta vez no era un adolescente indefenso, sino un joven poderoso, con una mirada desafiante y una sonrisa cargada de experiencia, y su cuerno era largo y brillante, desafiante incluso, erigiéndose hacia lo alto, que iluminaba con su resplandor toda la estancia.
Trunck se incorporó sujetando a Suaga entre sus brazos, mirándole fijamente a los ojos color lila. Era una extraña sensación. No dominaba la situación. Él que siempre se había contenido, y sabía a la perfección lo que pasaría después, ahora se estaba dejando llevar por el ansia y el deseo, como si aquella fuera la primera vez que hacía aquello. Y lo mejor de todo: se sentía muy bien, se sentía agusto, se sentía en casa. Lentamente, sin apartar sus ojos de los de Suaga, le besó. Y aquel beso le supo dulce y salado, y a pesar de toda su experiencia, creyó estar besando por primera vez. Pensó que era eterno, pero al ir separándose de los labios del triga, su alma se apenaba pues le pareció efímero.
Abrió los ojos, y allí estaba Suaga, con su perfecta y reconfortante sonrisa, con sus ojos cargados de ternura, que le miraban y parecían desnudar su alma. El joven le acarició la cara, de nuevo algo nuevo para él, pues todos los seres a los que había poseído se dejaban rendidos a su voluntad, y ahora, era él quien no podía responder de sus actos. De nuevo llegó un beso, que le reconfortó el ánimo, y mientras ocurría, Suaga tomó las manos de Trunck, muy suavemente, y, despacio, muy despacio, las colocó sobre su radiante cuerno...
y armonizaban; los olores más penetrantes invadían su olfato; todo su cuerpo era un receptor de cosquillas, caricias y besos, y sus más bellos recuerdos volvían a su memoria para ser evocados; la Un torrente de sensaciones inundaron al treico, los más dulces sabores se mezclaban con los amargos y los agrios; las más bellas imágenes se agolpaban en su mente; los sonidos más perfectos se unían polifónicamenterepiración parecía faltarle, la boca se le secó... Y sin poder contenerlo el placer estalló en él, y supo que había experimentado físicamente la felicidad.

Cayó exhausto de espaldas al suelo. De sus labios un profundo gemido se escapó, y de sus ojos una feliz lágrima. Sus párpados se iban cerrando cansados, y lo último que vio antes de abandonarse al sueño, fue la dulce figura de Suaga, que cariñosamente le acariciaba, mientras apoya la cabeza en su pecho.

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